Ignaco Marco-Gardoqui-El Correo
La divulgación de los estudios que estiman el impacto de la emergencia sanitaria y, en especial, de las medidas adoptadas para enfrentarnos a ella sobre la situación económica son imprescindibles. Nos sirven a nosotros para evaluar el tamaño de la herida que se nos está produciendo; y a los políticos les dibuja el panorama que deberán gestionar en los próximos meses. Sin embargo, no estoy seguro de que sirva para traernos la paz y el sosiego a la población que miramos, entre asustados y angustiados, el panorama que nos vamos a encontrar en cuanto podamos salir de casa.
Ayer conocimos uno de los más y mejor documentados, como es el elaborado por el Servicio de Estudios del Banco de España, a quien nadie podrá calificar de hostil e interesado. Es decir, no es un bulo al que sea necesario desprestigiar. Todo lo contrario. Pero el estudio, serio y contundente, no escapa a la dificultad general, cuando todas las previsiones se realizan sin conocer con exactitud la variable clave, que es la duración tanto de la pandemia como del programa de vuelta a la normalidad. En ese sentido, estamos como al principio de esta pesadilla: lo único seguro es que cuánto más dure la primera y más lento sea el segundo, mayor será el impacto negativo sobre el PIB, el empleo y las cuentas públicas.
El Banco de España analiza diversos escenarios -se los ahorro-, pero estima que el impacto irá desde una contracción del PIB del 6,6%, si no se producen nuevas prórrogas del estado de alarma y la vuelta a la normalidad es rápida; hasta el 13,6% si, como nos anunció la ministra de Trabajo, la normalidad se estira para algunos sectores hasta las proximidades de la Navidad. ¿Es eso mucho? Creo que es una barbaridad. Sobre todo porque no hay manera de estimar con precisión los efectos inducidos que este parón tendrá en toda la cadena de producción y de prestación de servicios. Una empresa que no venda, no cobrará, así que no pagará a sus proveedores ni ingresará dinero en Hacienda. ¿Y durante cuánto tiempo cobrarán sus empleados? Eso es muy difícil de estimar y el impacto negativo inicial tendrá réplicas, como los terremotos.
Por eso, más que para asustarnos, este tipo de estimaciones sirven para que nuestros dirigentes se den cuenta de la magnitud del problema y se esmeren con las soluciones. Ayer, Sánchez y Casado decidieron llevar al Parlamento el plan de reconstrucción. No estoy seguro de que sea una buena idea. Quizás sí para establecer y priorizar objetivos, quizás no para definir actuaciones concretas. Eso, como en el frente sanitario, lo deben hacer los expertos. Sí, exactamente, lo que no le gusta a la ministra de Igualdad.