El debate de ideas se ha perdido en el culebrón del desamor entre Iglesias y Errejón.
De momento hoy, dos días después de concluir la votación, se conocerá el resultado. Se trata de un plazo polémico que ya alimentó las hipótesis conspiranoicas del pucherazo en el choque entre Ramón ‘El Plusvalías’ Espinar y Rita Maestre. Resulta paradójico hacer votaciones electrónicas, ¡oh, 2.0!, para acabar realizando un recuento más lento que en los comicios de Turkmenistán, donde algunas urnas se bajan en mulas. En la medianoche del miércoles, Iglesias celebraba los votos registrados, pero hasta 40 horas después no se sabrá el resultado, aunque hubieran bastado apenas tres segundos, a golpe de un clic, para sacar la hoja de cálculo con todos los detalles.
Más allá de la coartada polémica de los modelos Borda o DesBorda, el duelo rara vez ha logrado ir más allá del choque de egos: Iglesias amenaza, Errejón replica, Iglesias templa, Errejón confiesa, Iglesias… Un goteo de titulares, en el escenario de los medios, que ha tenido casi siempre el tempo de la telenovela, una lógica sintetizada por Palahniuk: «Gente irreal fingiendo problemas irreales vistos por la gente real para olvidar sus problemas reales». Todo eso de Borda o DesBorda sólo es una abstracción.
La pantalla de ese duelo es la retórica académica. Nadie puede imaginar a un líder de otra fuerza escribiendo «la hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales». Sería de festival del humor. Iglesias lo mismo habla de «la destrucción de las expectativas de los sectores medios» que Bescansa de «superar los binomios y pasar a los polinomios». Cultivan una retórica para iniciados como hechiceros, o chamanes, por acudir a Lapuente. Frases y frases tras las cuales, como anota Santos Juliá, no hay discurso. Pero ese fraseo tiene el vigor del tam-tam de la tribu.
Iglesias ha confesado su amargura en este pulso. Como la Trevi en el culebrón de La hembra mala: «Acepto que me dolió…».
Errejón le había aceptado orgullosamente el duelo. Pudo haber dicho «entre ser y no ser… ¡Yo soy!», como Angelique Boyer, protagonista de Teresa.
– ¡No seas ridículo!– como repetía Eva Jaramillo en Por ella soy Eva.
– Debajo de tu ropa hay tanta basura como en la mía…– Iglesias al defender su modelo, como Josefa en Yo no creo en los hombres.
– ¿Te irás o vas a seguir arrastrándote hasta que te perdone?– como el dolido protagonista de Lo que la vida me robó.
Durante semanas, se han intercambiado tuits y titulares con la mecánica de un culebrón, como intuía Errejón, aunque solapadas como debate de ideas. Esto ha sido una pelea de poder. Iglesias aspira a su consagración en Vistalegre, tras esta consulta en la que no ha votado siquiera la cuarta parte del censo convocado. Pero los detalles de la realidad no deben perturbar el relato. Hoy se declarará triunfador con pesadumbre por liquidar a su par. «¡Que difícil es ser yo!», como Mía Anahí en la telenovela Rebelde.