Ayer se produjo un incidente diplomático después de que Ione Belarra, talento alternativo del Gobierno español, provocara una crisis diplomática con Israel al acusar a su Gobierno de cometer crímenes de guerra, de practicar el genocidio contra el pueblo palestino y pidió al presidente del Gobierno que llevara ante el Tribunal Penal Internacional al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. La ministra podemita se ratificaba en entrevista con Cataluña Radio: “Yo hablo en nombre del Gobierno de España y en nombre de mi partido, como me corresponde por la posición que ocupo”.
En un país normal, un presidente normal, habría destituido a esta menguada al momento por haberse excedido en sus atribuciones con tales palabras. Tenía razón Albares al decir que “la política exterior la marcan el presidente del Gobierno y el ministro de Asuntos Exteriores”. Pero eso, ya digo, es en un país normal, con un presidente y unos ministros normales, lo que no es el caso. Pedro Sánchez es un presidente demediado que se deja mojar la oreja por las más tontas de sus ministras en asuntos que deberían ser privativos de la Presidencia. No es que no tenga ministros tontos, pero el número de ellas es mayor. Es, por otra parte, el único presidente del Gobierno que no tiene la facultad de destituir a sus ministros si son de Podemos o de Sumar, por mucha incapacidad o deslealtad que hubieran demostrado en el ejercicio de su cargo.
Pero la estupidez de Belarra fue secundada por Albares, que dijo una tontería muy pomposa: “Ayer, con el comunicado de la embajada de Israel se produjo un incidente puntual en la relación entre España e Israel que por nuestra parte ha quedado zanjado con nuestro comunicado y nuestra llamada a la embajadora de Israel para trasladarle nuestra consideración de que se trataba de un gesto inamistoso para con España”.
O sea, que tenía razón Belarra. Uno tiende a pensar que el gesto inamistoso, el único gesto inamistoso, partió del Gobierno español. Lo hicieron la ministra podemita, la niña del resplandor y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. Y esas palabras inamistosas tuvieron el respaldo del ministro de Asuntos Exteriores y por tanto, el del presidente del Gobierno. Por eso, no preguntéis nunca quien es el responsable de las leyes que elaboran los ministros podemitas, quién es el autor de la ley Sisí, de la ley Trans, de los disparates conceptuales de Yolanda Díaz. Todo lo que se hace en este Gobierno es responsabilidad de Pedro Sánchez, no le deis más vueltas.
El ministro Albares que, fríamente considerado, es muy poquita cosa, respondió al comunicado de la embajadora israelí, Rodica Radial-Gordon, con otro de elaboración propia, en el que “rechazaba tajantemente “ las falsedades vertidas por Israel sobre cargos públicos sin especificar y advierte que no acepta “insinuaciones infundadas” sobre ellos.
¿Qué falsedades, Albares, qué insinuaciones infundadas? Yo también echo de menos algunas precisiones, aunque por razones opuestas a las suyas. La nota israelí condenaba las declaraciones “absolutamente inmorales” de “algunos elementos” del Gobierno de Pedro Sánchez. Ya le digo yo quienes son esos elementos: la vicepresidenta Díaz, la ministra Belarra y el ministro Garzón. Pero que nadie se engañe. El responsable es Pedro Sánchez.