El desarme de ETA, ante la Guardia Civil

LIBERTAD DIGITAL  23/12/14
CAYETANO GONZÁLEZ

En el colmo de la desfachatez, el lehendakari Urkullu y su mano derecha para todas las cuestiones relacionadas con lo que los nacionalistas llaman «proceso de paz y de convivencia» ­–el exdirigente de Elkarri, Jonan Fernández–, no han tenido otra ocurrencia que proponer la creación de un «comité vasco» para verificar el desarme de la banda terrorista.

Es decir, quienes como el PNV no han hecho nunca nada para combatir a ETA, mejor dicho, sí que han hecho –oponerse a todas las medidas que desde los diferentes ejecutivos y desde la justicia se han tomado para derrotar a la banda terrorista–, ahora quieren apuntarse a caballo ganador y aparecer como los «pacificadores».

Han propuesto un «comité vasco» con ínfulas internacionales –que para eso somos de Bilbao debe de haber pensado Urkullu, aunque él no sea del mismo Bilbao–, en el que habría representantes internacionales tan cualificados como ese señor de Sri Lanka llamado Ram Manikalimgam. Ya se ve que este personaje tiene el sentido del ridículo averiado, porque después de haber aparecido como «verificador» en aquel video difundido por ETA en febrero del pasado año, en el que se podían ver cuatro pistolas y cinco balas que los propios etarras metieron en una bolsa de plástico y se las volvieron a llevar una vez grabado el video, lo que tenía que haber hecho era volver a su país para no salir nunca más.

En la propuesta de Urkullu laten dos cuestiones de fondo. En primer lugar, el PNV huele la descomposición, la crisis política e institucional que afecta a España; huele la debilidad y la manifiesta incapacidad del Gobierno de Rajoy para hacerle frente, como ha quedado meridianamente claro con el proceso soberanista planteado desde Cataluña. En ese contexto, el lehendakari y su partido, el PNV, no quieren quedarse al margen del «proceso» impulsado por Mas y ERC desde Cataluña y han considerado que es el momento de «pasar» olímpicamente del Gobierno central y plantear iniciativas que puedan dejar en ridículo a la democracia española, al mismo tiempo que intentan robar protagonismo a lo que ellos llaman la izquierda abertzale, que no es otra cosa que ese sórdido mundo que siempre ha apoyado a ETA.

Porque el PNV, y esta es la segunda cuestión, no quiere ver amenazada su ajustada hegemonía en el tablero político vasco, ni por Bildu ni por lo que pueda conseguir el nuevo fenómeno de Podemos en la Comunidad Autónoma Vasca. Hundidos en el pPozo electoral por méritos propios el PP vasco y el PSE, los dos rivales del PNV son el brazo político de ETA y los que dicen que los crímenes de la banda terrorista tienen una explicación política, es decir, Bildu y Podemos. En los próximos días se hará pública una nueva entrega del Euskobarómetro que dirige el profesor Francisco Llera con la intención de voto en el País Vasco, donde se pondrá claramente de manifiesto esa tendencia electoral.

Lo triste y lo penoso de esta situación es que el Gobierno de la Nación y el partido que lo apoya han sido colaboradores necesarios para que esta impresión de desmadre y de ofensa a las víctimas del terrorismo que se está produciendo en lo que algunos llaman «el final de ETA», sea una realidad. El Gobierno de Rajoy no ha tenido nunca una política antiterrorista propia, limitándose a heredar y a administrar la «hoja de ruta» pactada por Zapatero con la banda terrorista. La suelta del torturador-secuestrador de Ortega Lara, Josu Bolinaga, hace ya dos años y medio, fue un jalón importante en este camino, al que siguieron otros como la aplicación a toda prisa de la derogación de la doctrina Parot o la salida recientemente a la calle de exjefes de ETA como Santiago Arróspide Sarasola, Santi Potros. Y lo que queda por venir.

Ahora, el Gobierno vasco, con una indudable carga de mofa y desprecio hacia las víctimas del terrorismo, hacia el Estado de Derecho y hacia el Gobierno de España, se permite la patochada de proponer un «comité vasco» para el desarme de ETA integrado por personajes tan avispados y tan conocedores de esa banda terrorista como el citado Ram Manikalimgam o el indio, con perdón, Satish Nambiar.

Deben de saber el lehendakari Urkullu y sus mariachis internacionales que para muchos españoles –incluidos un buen número de vascos– el único verificador que proporciona confianza y seguridad de que tal desarme sea cierto y no la payasada de hace unos meses tiene un nombre: la Guardia Civil que, por otra parte, ha sido el cuerpo de seguridad del Estado que más bajas ha tenido entre sus filas como consecuencia del terrorismo de ETA.