Marta García Aller-El Confidencial
- Esta guerra de varias semanas por el control del partido en Madrid ya está pasándole factura al PP en las encuestas
Andar pidiéndole “unidad” a la Virgen de la Almudena como quien pide un milagro no está claro que vaya a tener algún efecto para cohesionar el Partido Popular, sobre todo ahora que esta guerra de varias semanas por el control del partido en Madrid ya está pasándole factura en las encuestas. Lo confirma el último Observatorio Electoral de El Confidencial. Las encuestas, igual que las plegarias, son un reflejo del estado de ánimo.
Sirva o no para algo, la escenificación de la tregua entre Ayuso y Almeida a las puertas de la catedral madrileña el día de su patrona deja en evidencia lo mucho que el PP necesita poner fin a ese enfrentamiento interno, o que al menos lo parezca. El PP llevaba varios meses con una tendencia alcista en la intención de voto que esta guerra interna por el control del partido en Madrid parece frenar.
La distancia entre la derecha y la izquierda se reduce un poco, apenas un punto en intención de voto, pero suficiente para que al PP ya no le salgan los números para gobernar ni siquiera en las encuestas. Vox también pierde un escaño (51) y no está claro que Cs saque el único que le quedaba en los sondeos. En el anterior Observatorio Electoral, Casado arrebataba medio millón de votos a Sánchez. Quince días y una guerra fratricida más tarde, sin embargo, si se convocaran elecciones, el PP perdería tres escaños clave (117) que le impedirían formar Gobierno frente al PSOE (104).
La recuperación de tres escaños de los socialistas no significa que Sánchez pueda presumir de ninguna posición de fuerza. Más al contrario, pone en evidencia su fragilidad, ya que para gobernar necesitaría sumar apoyos hasta de la CUP, según la estimación de IMOP-Insights. El PSOE no estará para tirar cohetes, pero mientras el PP se los dispare en el pie, Sánchez ya tiene algo que celebrar en las encuestas.
Desde que empezó la trifulca interna por el control del PP madrileño, que enfrenta a la presidenta de la comunidad y al líder de su partido, con Almeida como intermediario a su pesar, se han duplicado los votantes del PP que se declaran indecisos. La riña interna merma las posibilidades de que Casado llegue a ser presidente del Gobierno, lo que le convierte, al menos de momento, en el gran perjudicado del pulso a Sol.
No solo está por ver también si la presidenta madrileña logra o no presidir el PP de la comunidad tal y como se ha propuesto, también cuánto desgasta su partido en el intento. Lo que hasta la fecha Ayuso ha demostrado es que tener enemigos siempre le ha sentado bien. Mientras que la popularidad del alcalde Almeida empezó a brillar en la pandemia cuando buscaba representar el entendimiento y los consensos (un papel más difícil desde que es también portavoz nacional del PP), en los últimos dos años el liderazgo de la presidenta siempre ha crecido en el enfrentamiento.
La Moncloa, en tiempos de Iván Redondo, le puso en bandeja a Ayuso convertirse en adalid del antisanchismo, que es el título más disputado en la oposición. Su figura salió fortalecida primero del enfrentamiento con Pedro Sánchez y luego del desafío de Pablo Iglesias, que dejó la vicepresidencia para medirse con ella el 4-M y acabó abandonando la política. Ahora es un pulso interno el que mantiene Ayuso y que le salga bien a ella no quiere decir que el resultado sea bueno para su partido. Lo mismo puede decirse del órdago de Casado. Puede ganarlo y perder al mismo tiempo. Normal que la derecha ande desconcertada.