HERMANN TERTSCH, ABC – 07/04/15
· Todos los méritos de Rajoy pueden ser devorados por un demérito decisivo. Que está en una irremediable falta de empatía.
No va a haber cambios, El Gobierno está funcionando muy bien y el partido está funcionando muy bien. Estoy satisfecho de cómo están funcionando las cosas». Quien dice esto dirige el partido que acaba de perder un 30% de sus votos en la región más poblada del país que gobierna. Tiene sobre la mesa sondeos que le quitan la mayoría de gobierno en casi todas las regiones y muchas decenas de ciudades. Su jefa de partido y su vicepresidenta de gobierno están en guerra abierta que ni siquiera se molestan en ocultar. Intrigantes profesionales «que jamás ganaron nada y jamás se presentan a las elecciones», como dijo –y dijo bien– María Dolores de Cospedal en boca delegada, utilizan el poder vicario para sus propios intereses, agendas y calendarios.
Como también utilizan medios de comunicación privados desde posiciones de gobierno para sus vendettas personales y descalificaciones en sus litigios. El presidente debe tener cuidado con esa convicción de que a él no le pasa factura el negar obviedades. Los españoles están muy irritados y todo les parece ya una falta de respeto. Hasta aquello que realmente lo es, como que desprecien sistemáticamente su capacidad de interpretar la realidad.
El poder del Partido Popular, el mandato más abrumador y rotundo habido en España en democracia, solo comparable al que con la victoria de Felipe González abría una larga era de cuatro legislaturas de gobiernos socialistas, se diluye como un azucarillo tras apenas tres años y medio de gobierno. Y eso que las cosas van bien, como dice el presidente.
Porque tiene mucha razón el presidente Mariano Rajoy en que las cifras económicas van mucho mejor y allí se volvió a ver. Tiene razón en que estamos dejando atrás la crisis que le llevó a él al poder tras dos derrotas y ocho largos años de espera. En los que su rival José Luis Rodríguez Zapatero tuvo tiempo para hacer un daño infinito a España, en todos los terrenos, niveles y categorías. Aquellos años de acción devastadora de gobierno socialista los pasó Rajoy pacientemente en la oposición sin cambiar tampoco entonces nada. Entonces no vio motivo de cambio de forma de oposición, cuando la labor destructora del zapaterismo abría heridas y destruía tejidos. De no haber mediado la brutal crisis y la intervención europea, es difícil negar la posibilidad de que Rajoy hubiera pasado esta legislatura también en oposición, también sin cambiar nada, en paciente espera a que el tiempo le diera su oportunidad.
Lo cierto es que hoy, una vez más, como ayer dejó claro en su entrevista en RNE, Rajoy está dispuesto a esperar y no hacer nada. Mientras, todo menos él se ha puesto en movimiento. Muchos hablan de techos de Podemos o Ciudadanos, pero ignoran que son tan inciertos esos techos como los suelos de otros. Después del 24 de mayo, cuando muchos miles de cargos políticos del PP estén buscando trabajo, Rajoy volverá a decir que todo va bien y que los españoles le darán en las elecciones generales las medallas que merece. Por salvarlos de un rescate que, gracias a la economía que ciertamente mejora, probablemente pocos recuerden. Y que nadie agradecerá. Desde la derrota electoral de Churchill el 5 de julio de 1945 –sin querer hacer estúpidas comparaciones–, debiera estar claro que el voto de gratitud no existe. Todos los méritos de Rajoy pueden ser devorados por un demérito decisivo.
Que está en lo que parece una irremediable falta de empatía. Pero ante todo en su incapacidad para entender que ni el mayor milagro económico teutón suma beneficio y gratificación suficiente a corto plazo en la población para compensar un permanente desprecio político del gobernante al gobernado.
HERMANN TERTSCH, ABC – 07/04/15