IGNACIO CAMACHO-ABC

  • La amnistía es un acto legislativo arbitrario que consuma el desarme del Estado como contrapartida de un pacto bastardo

Hoy va a ser un mal día para la democracia. El día en que un partido que fue pilar fundacional de la Constitución va a hacer una bola de papel mojado con sus páginas. La ley de amnistía redactada por los promotores de la rebelión catalana consuma una revuelta legislativa contra la Carta Magna y proclama la decisión del PSOE de abrir un proceso destituyente por la puerta falsa. Un Congreso y un Gobierno de impecable legitimidad de origen se han empeñado en disiparla mediante un acto de sinrazón parlamentaria que destruye el marco jurídico vigente y revienta la concordia ciudadana con una carga de dinamita cismática. Impunidad a cambio de poder: ésa es la degradada transacción política que rige España.

La amnistía anula la igualdad ante la ley, base primordial del Estado de derecho. Humilla al Tribunal Supremo y consagra una diferencia de trato que desautoriza al sistema judicial entero. Contradice el principio de interdicción de la arbitrariedad al convertir a los delincuentes en legisladores en su propio provecho. Introduce un factor de capricho y parcialidad en el ordenamiento. Carece de la preceptiva justificación de proporcionalidad entre sus costes y efectos ocultando la verdadera motivación de someter los intereses generales al chalaneo de un mercado negro. Bajo el pretexto de empezar de nuevo –¿en un régimen consolidado de libertades?– borra delitos graves sin un mínimo requisito de arrepentimiento. Y sobre todo, responde a un chantaje manifiesto cuya aceptación sin refrendo del pueblo, en ausencia de debate electoral previo, compromete la confianza en el Parlamento.

La facilidad, docilidad más bien, con que el Ejecutivo ha cedido a la extorsión arruina su legitimidad de ejercicio desde el mismo comienzo de su mandato. Y el Tribunal Constitucional disipará la suya si accede a avalar el desafuero sin reparos porque no hay tecnicismo casuístico capaz de dar respaldo a la aberración de una norma dictada por sus usufructuarios. La discusión de unos últimos retoques o enmiendas sobre el asombroso concepto del terrorismo perdonable pretende desenfocar el asunto cenital bajo un prisma sesgado: la cuestión clave es el desarme penal y moral de la nación como contrapartida de un pacto bastardo.

Hay ciertamente muchos españoles dispuestos a pasar por alto este oprobio en función de un supuesto bien mayor que residiría en evitar que gobierne la derecha. En eso confía el sanchismo como coartada pragmática para aplacar la mala conciencia de los partidarios que aún sienten la tentación de pensar por su cuenta. Incluso así, la operación dejará huella y abrirá una profunda cicatriz en el ya muy deteriorado tejido de la convivencia. Es demasiado zafia, demasiado sucia, demasiado escabrosa, demasiado chapucera. Y su aprobación marcará la fecha de hoy como una jornada de memoria funesta. Un escándalo democrático: el día de la vergüenza.