IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Vivimos un sueño endeudado del que va a ser difícil despertar indemnes

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí’. Este relato de Augusto Monterroso pasaba por ser el cuento más corto de la historia de la Literatura. Hasta que llegó Mariano Rajoy y consiguió resumir en tres palabras varias décadas de política española con su célebre ‘Luis, sé fuerte’. Desde luego, Pedro Sánchez no le superó, al necesitar dieciocho palabras para resumir su proyecto político: «Con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo cinco veces o veinte durante la entrevista».

Pero volvamos al cuento de Monterroso, que me sirve a la perfección para hablarle del tema de las finanzas públicas. Como sabe, las urgencias sanitarias y la necesidad de apoyar a las personas que perdieron su empleo por culpa de las restricciones al movimiento, nos obligó a incrementar los gastos de manera tal que incurrimos en grandes déficits, cuya financiación nos forzó a emitir más deuda y elevar su monto. A nadie le importa esto lo más mínimo (todavía no hemos despertado), pero son ya 1,436 billones de euros los que debemos.

¿Despertaremos algún día? Ni idea, pero sí sé que, cuando lo hagamos, el dinosaurio de la deuda seguirá allí. Si fuera por nosotros no despertaríamos nunca, pero hay señales que pueden terminar con el sueño. La Unión Europea relajó al principio de la pandemia las normas que obligaban a mantener políticas fiscales ortodoxas, pero lo hizo para los años 20 y 21 y siempre recordó que, tras ellas, habría que elaborar un Plan de Consolidación para volver a algún tipo de equilibrio razonable. ¿Ha llegado el momento de hacerlo? Desde el punto de vista sanitario parece evidente que aún no, pero también es cierto que el tiempo pasa, la bola aumenta y no todos los países miembros de la UE están causando el mismo destrozo que nosotros. Por si fuera poco, en Alemania, el nuevo ministro de Finanzas es un firme defensor de mantener la ortodoxia y de no subir los impuestos, lo que nos conduce inexorablemente a una reducción de los gastos. Para apoyarle, tendrá a su lado a Mark Rutte en los Países Bajos, otro ‘frugal’, cansado de apoyar a los desaprensivos sureños.

A nadie le importa lo más mínimo, pero son ya 1,436 billones de euros los que debemos

¿De qué estamos hablando? Hay una primera aproximación que consiste en recuperar el nivel de endeudamiento acordado en el Pacto de Estabilidad, dirigido a garantizar la estabilidad del euro. Allí nos comprometimos todos a no superar el 60% en la ratio de deuda sobre PIB. Como ahora estamos en el 122%, volver a ello nos obligaría a duplicar ampliamente el volumen del PIB o a reducir la deuda a menos de la mitad. Hablamos de más de 700.000 millones. Considerando que el techo de gasto del 2022 ha sido fijado en 196.142 millones, vemos enseguida que hablamos de una simple quimera.

La segunda opción sería que Europa se conformase con mucho menos. Por ejemplo, con bajar solo hasta el 100% de deuda sobre PIB y que, en un alarde de generosidad, nos concediera diez años para hacerlo. Salvo subidas espectaculares del PIB, que nadie espera, eso supondría bajar la ratio en 22 puntos. No haga cálculos, que para eso estamos. Ese objetivo nos obligaría a reducir la deuda casi 30.000 millones al año. Sigue siendo una cifra inalcanzable. No habría gobierno capaz de imponer semejante ajuste y mucho menos si socialistas y comunistas se apean del coche oficial, aparcan el Falcon y pasan a dirigir las barricadas callejeras.

Soy consciente de que este no es el problema de hoy. Pero también de que es un dinosaurio que nos encontraremos allí en cuanto despertemos del sueño del relajo. Hoy no lo podemos arreglar, tenemos otras urgencias, pero ¿no deberíamos ir pensando en cuándo y en cómo lidiaremos con el dinosaurio de la deuda? Ya sabe, ‘vuelva usted mañana’.