KEPA AULESTIA-EL CORREO

El mensaje de Nochebuena de Felipe VI no hizo mención a la Monarquía, más que al referirse en la despedida a la Reina, a la Princesa Leonor y a la Infanta Sofía. Quizá porque de lo contrario los espectadores pensarían aun más en el emérito. Quizá porque la Corona ha entendido que solo dejando de hablar de sí misma podrá superar el desgaste sufrido a causa de las irregularidades en las que incurrieron quienes siguen siendo familiares del Rey. El discurso del monarca pudo haberlo pronunciado el presidente de cualquier república europea, tanto por la ausencia de menciones a la forma del Estado como por su contenido eminentemente político. Ocurre que como la intención última de las palabras de Su Majestad no puede ser explicada ni por él mismo, se convierten en materia de interpretación más o menos especulativa. Puede que la literalidad de la alocución del viernes no respondiese al propósito de evitar hablar de la Monarquía, pero es lo que consiguió. Y consiguió además dar con una fórmula peculiar en la realización del artículo 56.1 de la Constitución, «el Rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones…». Una fórmula más republicana que regia. Incluso habrá quien piense que, por sus referencias a que «la Constitución nos convoca a la unidad frente a la división, al diálogo y no al enfrentamiento, al respeto frente al rencor, a una convivencia cívica, serena y en libertad», Felipe VI se situó más del lado de Pedro Sánchez que de la oposición de derechas. Supuesto que se confirmaría con la nula mención a Cataluña en el discurso.

El discurso pudo haberlo pronunciado el presidente de cualquier república europea

Desde que el 24 de diciembre de 2011 el entonces Rey Juan Carlos pronunció aquella frase de «la Justicia es igual para todos», los republicanos han tenido motivos para imaginar que la Monarquía podría venirse abajo por culpa de quienes la encarnan en el imaginario colectivo. La intervención pública de Felipe VI el 3 de octubre de 2017, tras la celebración del referéndum ilegal en Cataluña, terminaba subrayando «el firme compromiso de la Corona con la Constitución» y «mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España», y sonó más regia que republicana. La disyuntiva se hizo patente en Nochebuena. Una Monarquía que hable continuamente de sí misma corre el riesgo de erosionarse. Una Monarquía que deje de hablar de sí misma corre el riesgo de volverse prescindible.