TONIA ETXARRI-EL CORREO

Cuando vayamos a las urnas el próximo domingo se sabrá cuál fue el nivel de incidencia del debate en TV entre los cinco candidatos a presidir el próximo gobierno. En cualquier caso, decir que el encuentro mediático fue decisivo no es un recurso dialéctico abonado al tópico. Fue aclaratorio. Sánchez instalado en querer gobernar sin descartar alianzas con el secesionismo catalán. Ni siquiera rechazó dejarse apoyar por Otegi. Le interpelaron insistentemente tanto Casado como Rivera. Pero huyó del pronunciamiento. Si no lo descartó, queda la sombra de la duda. Que ya es una declaración de intenciones en toda regla. Si tiene pensado recurrir a ERC, en caso de necesidad, le será muy difícil explicar esa alianza ahora que ya los secesionistas como Junqueras están cumpliendo su condena en la cárcel. Por eso, su anuncio de recuperar el delito del referéndum secesionista, que derogó en su día Zapatero, como medida ‘estrella’ para apagar el foco desestabilizador que tiene este país en Cataluña, fue acogido con descreimiento. Las encuestas le siguen viendo ganador, pero con mayoría insuficiente. Por lo tanto, a pesar de que no respetó la lista más votada para gobernar en Navarra, ahora propone esa fórmula para asegurarse el timón de la Moncloa.

El debate, en ocasiones, tuvo momentos de ‘cara a cara’ como los encontronazos entre Rivera y Casado, buscados por el centrista. El mal augurio que le deparan los sondeos llevó a Rivera a la sobreactuación dejándole a menudo fuera de sitio, dejando vía libre a un Sánchez atrincherado en el repaso de sus apuntes.

Casado, consolidado como la segunda opción en los sondeos, buscaba el ‘cuerpo a cuerpo’ con un Sánchez que no respondía. Incapaz de definir aún cuantas naciones hay en España. Iglesias buscó la complicidad con Sánchez para poder gobernar, ahora sí, juntos . Pero fue despreciado por el aludido.

Abascal resultó ser el más hábil. Pudo colar datos sobre la relación de los acusados de violación en grupo con la inmigración ilegal sin que sus adversarios le ridiculizaran, como acostumbran, tratándole como el ‘ogro ultra’. El dirigente de Vox dio una imagen más contenida e institucional. En su pulso con Iglesias, citó la Constitución como el marco de reconciliación que cerró las heridas de la Guerra Civil. En el mismo tono empleado por los socialistas de la época de Guerra y González.

Después de tres horas de debate, con tantas preguntas sin respuesta, el dinosaurio del bloqueo, como en el microcuento de Monterroso, sigue ahí.