EDITORIAL EL MUNDO – 26/12/15
· Las reacciones que líderes de los partidos independentistas catalanes manifestaron ayer al discurso de Rey muestran que Felipe VI tenía razón al querer dar a su mensaje una especial solemnidad y trascendencia este año. Porque cuando la respuesta a la petición del Monarca de buscar «de manera irrenunciable el entendimiento» es una descalificación casi personal, sin aducir ningún tipo de argumento, cabe deducir que los separatistas se consideran a sí mismos ya casi fuera del sistema, en una situación que tiene cada vez más difícil recomposición.
Se puede entender el desplante en un partido que se ha declarado antisistema como la CUP. El ex diputado en el Parlament David Fernández manifestó que no reconocía al Rey como propio: «Ni lo tenemos, ni queremos, ni lo necesitamos», escribió en Twitter. Pero si tenemos en cuenta que la CUP es decisiva para que Artur Mas se mantenga al frente de la Generalitat, el alcance de estas declaraciones es mucho mayor. En una línea parecida, aunque entrando ya en un terreno más personal, se mostró Gabriel Rufián, cabeza de lista de ERC en las pasadas elecciones generales, quien criticó de «indecente» el mensaje del Rey, lanzado desde «el salón de un palacio más grande que la mayoría de las casas que dice representar».
Todo un ejercicio de demagogia populista, porque también el Govern de Cataluña tiene palacios con salones mucho más grandes que las casas de la inmensa mayoría de los catalanes. Con todo, la CUP y ERC son partidos independentistas y republicanos de los que nadie puede esperar ni apoyo ni siquiera indiferencia al mensaje de Felipe VI. Están en su papel y no se les puede pedir otra cosa que no sea el mínimo respeto institucional a la figura del Jefe del Estado.
Artur Mas también tiró ayer de demagogia. Se mostró de acuerdo en que el Rey apelase al diálogo, la concertación y la concordia» en el discurso de Nochebuena, porque, en su opinión, los pactos son más necesarios que nunca tanto en Cataluña como en el resto de España tras las elecciones autonómicas y generales. Pero acto seguido Mas criticó el anhelo de consenso del Monarca al manifestar que «no puede ser que la mayoría utilice sus fuerzas para ahogar los anhelos de la minoría». En un ejemplo de cinismo, Mas olvida, por ejemplo, que en las últimas elecciones autonómicas, los partidos independentistas se quedaron en minoría en votos de los ciudadanos frente a las formaciones que defendían otras opciones, y aun así, mantiene contra viento y marea su deriva secesionista.
Las respuestas independentistas al impecable discurso de Felipe VI muestran hasta qué punto está encallada la situación. El reflejo de esto es la respuesta de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell al mensaje. Donde el Rey habló de una España constitucional en la que «caben todos los sentimientos y nacionalidades» y de «un Estado que reconoce nuestra diversidad en el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones», Forcadell vio un discurso que «está en la línea de la Monarquía, que es uninacional y unilingüística y a favor de la unidad de España».
Cataluña y el interés de algunos por separarla de España es una de las razones por las que este país necesita un Gobierno lo más fuerte posible, que no titubee lo más mínimo en la unidad de la nación y se enfrente a un secesionismo que no es querido por la mayoría de los catalanes. En las manos de quienes han empezado a negociar posibles pactos está dejar de lado los intereses partidistas y, por el contrario, construir un futuro de progreso para el país. En resumen, eso es lo que quiso decir el Rey en la Nochebuena.
EDITORIAL EL MUNDO – 26/12/15