JORGE BUSTOS-EL MUNDO

Cuando las cosas se ponen feas, Pedro Sánchez se sube a un avión y pone tierra de por medio. Como la fealdad de las cosas es el estado por defecto de este Gobierno –del mismo modo que para Freud la salud era una fase de la enfermedad–, Sánchez se pasa la vida subido al avión, aparato que le brinda la cálida sensación de poder que el Parlamento le niega, razón de que planeara saltárselo como querría saltarse el Supremo. ¿Qué es un magistrado visto desde las alturas más que una mota negra con puñetas? ¿Qué es la oposición más que una falange obstruccionista a juicio de los editoriales de progreso? Si una ardilla podía cruzar España saltando de árbol en árbol, a ver por qué el aéreo Sánchez no va a poder gobernar España sin bajarse del Falcon. El suelo es para los mortales, y los escaños están sobrevalorados cuando te descubres en la foto ayer con Trudeau, hoy con Trump y mañana en Cuba. No está nada mal para un concejal ágrafo reconvertido en un laboratorio de Industria al que, como susurra un diputado susanista, «se le nota que nunca tuvo que hablar demasiado para ligar». Para qué dar explicaciones si puedes volar gratis.

De quien sí esperábamos palabras –aunque no tan desinhibidas como las que se pronuncian a los postres de una mariscada pagada por Villarejo– es de Dolores Delgado. Salió Adriana Lastra del pleno para escoltarla por entre la nube de reporteros insolentes hasta la bancada ministerial. Le esperaba Rafa Hernando: «Usted es un zombi. No siga llenando la democracia de oprobio. Váyase». Pero a Delgado le ha dicho Sánchez que aguante, que él quiere seguir volando como mínimo hasta 2020. Así que Delgado obvió el nombre que no debe ser nombrado, respiró las alusiones a la cloaca como si caminara descalza sobre capullos de azucena y aguantó como aguantan las fiscales a las que no les gustan las nenazas. Veremos cuánto dura, porque Iglesias sigue apretando, y una pinza entre él y Hernando tiene que ser insoportable.

Se nota en Carmen Calvo. Sus respuestas son un homenaje a la comedia, por eso hay que preocuparse cuando inspiran piedad, que es con el terror uno de los atributos aristotélicos de la tragedia. ¿Se masca el drama del adelanto electoral? Calvo invocó el CIS recién salido de los fogones de Tezanos como argumento de autoridad, pero Villegas difundió su propia encuesta: «Sánchez es un fraude. Puede aguantar subido a un helicóptero pero los españoles no le aguantan ni un día más».

¿Tiene razón Villegas? Mirando a Pedro Duque uno diría que sí. Meter a un astronauta en este Gobierno es como pedirle a un buzo que explore una palangana, pero Sánchez ya se compara con Andreotti en la esperanza de que su poder desgaste al que no lo tiene. Se entiende esa admiración porque Andreotti, el divo de Sorrentino, el hombre que besó a Totò Riina, confesó que gobernar no consiste en solucionar problemas sino en callar la boca de quienes alertan de ellos. Don Giulio contaba para ello con un archivo legendario: «Guerras Púnicas parte, me han acusado de todo. Pero nunca me he querellado por un motivo: poseo sentido del humor. Y poseo otra cosa: un gran archivo. Y cada vez que menciono ese archivo, quien debe callar calla». Nuestro divito del burofax carece del humor y la fineza del italiano. Y Delgado carece del archivo que sí posee Villarejo.