EL MUNDO – 19/03/17
· La relación entre ERC y PDeCAT atraviesa su peor momento y no irán juntos a elecciones.
· Cuando en el difícil juego de equilibrios que es la formación de un Gobierno el partido de Artur Mas le cedió a Oriol Junqueras el poder sobre la preparación y despliegue del referéndum, los nacionalistas pensaban que ataban corto al líder republicano y le condenaban a significarse en el mayor desafío al Estado que ha planteado Cataluña.
El riesgo de la inhabilitación que pesa sobre quien conduce estos preparativos es innegable, pero ERC, que maneja los tiempos de la hoja de ruta soberanista, está más volcada en la preparación de una cita más realista: el adelanto electoral en Cataluña.
Junqueras dio el pistoletazo de salida de su precampaña el pasado 4 de marzo en un acto de partido. Mantuvo su apuesta por un referéndum de autodeterminación, pero en otoño –el PDeCAT y la CUP quieren adelantarlo al verano–, dependiendo precisamente del estado de los preparativos que puedan llevarse a cabo. Los republicanos abogan por trabajar en el despliegue de las llamadas estructuras de Estado con un calendario que se extiende hasta después del verano, al menos en lo que afecta a la agencia tributaria catalana. La CUP ya ha expresado en repetidas ocasiones su malestar por la lentitud de los avances en estos preparativos.
Pero Junqueras sigue un rumbo propio. Esta semana copó el protagonismo en el aniversario de la Fundacion Irla, donde apostó por la república como primer paso de la estrategia del partido, y este mismo fin de semana celebra en distintos puntos de Cataluña nuevos actos de su campaña particular, La república que farem.
El posible adelanto electoral, que reclaman partidos de la oposición como Ciutadans o el PSC, puede suponer el sorpasso definitivo de ERC a los nacionalistas del PDeCAT, las nuevas siglas de Convergència. Las encuestas se mantienen invariables en este sentido, en la línea de los últimos resultados en comicios celebrados en Cataluña.
En este sentido, la posibilidad de que Junqueras vuelva a hacer de muleta de los nacionalistas, como ocurrió en las elecciones autonómicas de septiembre de 2015, es inexistente. La aventura de Junts pel Sí, que se forjó en julio de aquel año para afrontar las elecciones que Artur Mas revistió de carácter plebiscitario, ya causó mucha contestación entre los cuadros de ERC, hasta el punto de que fue imposible que las dos fuerzas repitieran experiencia en las elecciones generales que se celebraron pocos meses después.
El resultado de ir por separado en las elecciones generales fue que los republicanos consiguieron grupo propio en el Congreso con nueve diputados, mientras que los nacionalistas se quedaron en ocho y perdieron el derecho al grupo propio, antaño el más poderoso del Parlamento después de los del PP y el PSOE.
Las diferencias entre republicanos vienen de lejos. ERC ya le dio portazo a Mas en 2003 al dar la Presidencia de la Generalitat al socialista Pasqual Maragall en el primer tripartito, y repitió el desplante en 2006 haciendo president a José Montilla. Entonces pesaba más formar una coalición de izquierdas que nacionalista. Sólo el reto soberanista arrastró en 2015 a ERC a aliarse con Convergència. Ahora, sin embargo, los mensajes son de la vuelta a la ruptura. Esta misma semana, Anna Simó, de la vieja guardia del partido y secretaria primera del Parlament, certificaba que ERC no irá de la mano del PDeCAT a las próximas elecciones autonómicas. Un divorcio inevitable tras sólo un año y medio de viaje conjunto.
A ERC se le ha sumado estos días otro sapo difícil de tragar, en su cohesión con los neoconvergentes: la corrupción que afecta al partido de Mas desde múltiples frentes –caso Palau, investigación sobre la familia, juicio del caso Pretoria, instrucción del caso del 3%…–.
Aferrados a la seña de identidad republicana de mans netes (manos limpias) que lanzaron antes de llegar al Govern con el primer tripartito, las revelaciones de los diferentes casos, y muy especialmente del de las supuestas comisiones del 3% que cobraba Convergència a cambio de adjudicar contratos públicos, han llegado en el peor momento para la relación de los dos socios. La unidad pende de un hilo, el del ovillo que desmadeja la hoja de ruta por la independencia y que mantiene también a duras penas el apoyo exterior de la CUP para obtener la mayoría parlamentaria necesaria en cuestiones como los Presupuestos, que se someten justo a aprobación definitiva este miércoles.
Más signos de que la grieta se agranda: en la última comisión parlamentaria sobre la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, el PDeCAT echó en cara al director de TV3 la cobertura informativa del caso del 3%. En particular, criticó que la cadena se hubiera hecho eco de la noticia de EL MUNDO que revelaba que había testigos protegidos en la causa que incriminaban a Mas. Fue el preludio al relevo en la cúpula de la televisión catalana para situar a alguien más afín a Convergència, una decisión que no ha logrado más que echar leña al fuego al haber hecho acrecentar las suspicacias sobre la voluntad de transparencia del partido nacionalista en un asunto tan sensible. El nuevo director de TV3, Vicent Sanchis, deberá comparecer el viernes para dar explicaciones en el Parlament.
Mientras todo esto ocurre, Artur Mas se enfrenta en dos semanas a la que será su tercera intervención parlamentaria para responder por el caso Palau: en 2013 y en 2015 ya tuvo que dar explicaciones, con la instrucción judicial abierta. Ahora, la confesión de los ex responsables del Palau, Fèlix Millet y Jordi Montull –personajes muy importante en su día entre la élite nacionalista–, sobre los pagos de comisiones a CDC de empresas que a cambio recibían adjudicaciones deja poco margen defensivo a los nacionalistas, que se aferran como principal argumento a la falta de credibilidad que atribuyen a los dos ex altos cargos de la institución cultural.
Junqueras ya marcó su línea roja de facto en cuanto ocupó el cargo de consejero de Economía a principios de 2016 y se encontró entre sus altos cargos a Josep Antoni Rosell, un ex responsable de infraestructuras bajo el mando de CDC que había sido detenido e imputado por el caso 3% cuatro meses atrás. Rosell –que volvió a ser imputado el pasado febrero– fue apartado del cargo tras la primera detención, pero el Govern en funciones de Artur Mas lo había recolocado con el encargo de un proyecto de expansión internacional. Todo un regalo envenenado que se encontró Junqueras al poco de tomar posesión de la Consejería.
La misma rapidez en soltar lastre tuvo el líder de ERC cuando estalló el escándalo por las manifestaciones del ex senador Santi Vidal. En este caso fue ERC quien jugó la carta de la supuesta falta de credibilidad de Vidal, a quien reprochan haberse excedido en sus promesas sobre la Cataluña independiente y haber fabulado en el ardor propagandístico acerca de los datos fiscales que manipularía el Govern de manera clandestina. El caso está bajo investigación penal, pero dio a CDC un motivo de queja hacia sus socios, que gustan de mantenerse alejados del foco del protagonismo.
EL MUNDO – 19/03/17