IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Pablo Iglesias y su partido representan todos los males que denuncian en los demás
Me pasa en cuanto abro el periódico. Cualquier noticia de la política española o cualquier análisis de esa política me traen una y otra vez a la cabeza la famosa carta que, en noviembre de 1919, Kafka le escribió a su padre para reprocharle el doble rasero que utilizaba para medir la conducta del hijo y la suya propia. La parte más gráfica de esa carta es la que alude a los modales en la mesa que predicaba ese severo cabeza de familia y que él mismo era el primero en quebrantar. En el retrato que hace el escritor de su progenitor ante el mantel, éste comparece como una genuina y auténtica bestia: «No se podían roer los huesos, tú sí. No se podía sorber el vinagre, tú sí. Lo importante era cortar el pan en rebanadas regulares, pero que tú lo cortaras con un cuchillo chorreando salsa, eso daba igual. Había que tener cuidado de que no cayera comida al suelo, donde más había al final era debajo de ti…».

Sin ninguna duda, son Pablo Iglesias y su partido los que con más fidelidad, más entusiasmo y más arte encarnan esa ley nacional del embudo hasta el punto de que han llegado a hacer de ella un manierismo. No es ya que representen todos los males que denuncian en los demás: el arribismo, el dedismo, el machismo, la sumisión femenina al maltratador, la incitación al odio que denuncian en el adversario sin motivo; sino que, además, hacen ostentación de ello. Hacen lo que describía Kafka en la ‘Carta al padre’: «Yo me lo puedo permitir porque soy yo; tú no porque eres tú». Convertida en programa político, esa doble vara, y la obscena desfachatez con la que la aplican, persiguen el envilecimiento acrítico del electorado, que es uno de los rasgos innatos del populismo: ‘si tragan con esto, ya tragarán con todo’.

Pero el padre de Kafka no es sólo Iglesias. Lo es también Sánchez, que quería salvar a España de la corrupción haciendo volar todos los gobiernos donde no está el PSOE y devolver a Andalucía a la proverbial honradez de los ERE. Como lo es también ese Aznar que hoy da lecciones sobre lo que hay que hacer y él no hizo; el hombre que repitió lo del «váyase, señor González» para traer una corrupción que sigue teniendo ecos después de 17 años de haberse ido. Se queja en estos días la derecha sociológica de que tengan mucha más repercusión mediática los casos de corrupción del PP que los del PSOE. De acuerdo, se habla mucho de Bárcenas y nada de Griñán. Tiene razón esa queja mientras no lleve a la lógica del ‘y tú más’, que consistiría en comparar a los padres kafkianos de uno y otro partido para ver cuál de ellos se porta peor en la mesa, cuál roe más huesos o sorbe más vinagre o chorrea más salsa al cortar el pan o tira más comida al suelo.