El doble reto de Ciudadanos

EDITORIAL EL MUNDO

EL CRECIMIENTO electoral de Ciudadanos, que en cuatro años ha pasado de hacer oposición al nacionalismo en Cataluña a convertirse en una fuerza política nacional, y la férrea postura de rechazo a Pedro Sánchez adoptada durante el último año han sacudido el debate interno en la formación naranja hasta el punto de mover a Albert Rivera a renovar la cúpula. Los cambios ejecutados tienen un doble objetivo: reforzar el no a Sánchez, fortificado a modo de compromiso electoral inquebrantable, y rodearse de fieles para blindar su posición de cara a presiones internas y externas.

Durante el Consejo General de Cs, celebrado ayer, Rivera anunció la incorporación de 22 nuevos fichajes a la Ejecutiva –incluidos dos ex presidentes autonómicos del PP– y la salida de cinco dirigentes muy poco activos, dos de ellos críticos. Amplía el Comité Ejecutivo de Cs de los actuales 33 miembros a 50, y sustituye como portavoz a Inés Arrimadas por Lorena Roldán, recientemente elegida líder de esta formación en Cataluña. Ciudadanos emergió en el mapa político nacional como un partido bisagra destinado a decantar gobiernos del PP y del PSOE. Pero tanto su auge electoral, plasmado en los 57 escaños obtenidos el 28-A, como la proyección del propio Rivera han consolidado a Cs como un actor de peso del centroderecha cuya aspiración no pasa por sostener el bipartidismo, sino por emanciparse como alternativa de Gobierno en virtud de un proyecto ideológico liberal, reformista y nítidamente comprometido con el modelo constitucional. El fiasco de la investidura llevará a Sánchez a intensificar la presión a Cs, pero Rivera no está en condiciones de facilitar el desbloqueo mientras el PSOE siga atado a sus pactos con populistas, nacionalistas y proetarras. Sánchez no ha dado muestras de buscar un acuerdo con Rivera. Más bien parece interesado en atornillar al partido naranja con una retórica hueca alrededor de la estabilidad aprovechando, de paso, la incomprensible dimisión de varios dirigentes de Cs que abjuraron del veto a Sánchez después de aprobarlo en el seno de esta formación.

Sin embargo, la salida de varios fundadores y nombres de peso en el área económica exige una reflexión. Anclar a Ciudadanos en el centroderecha no es óbice para evitar el encastillamiento o ensimismamiento de su presidente, cuyos efectos pudieron comprobarse en su atropellada intervención durante la sesión de investidura. Asumida la función de corresponsabilizarse en tareas de gobierno a escala autonómica y local, el doble reto de Cs pasa por consolidarse como alternativa sin erosionar su cohesión interna. Para ello necesita la fidelidad de sus dirigentes a la estrategia fijada por su líder, pero también que éste dé muestras de porosidad a la hora de preservar la frescura de su oferta ideológica, la solvencia de sus cuadros y la fidelidad a sus promesas de regeneración.