JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • O estás por liquidar la democracia liberal o el domingo votas lo incompatible con el presidente

Ya llega. En tres días, plebiscito. Si hay algo maleable son las elecciones municipales, mira lo del 31. Con el agravante de que entonces el plebiscito implícito lo ganaron los monárquicos, pero la derecha española tiene históricamente esos episodios depresivos, ese venirse abajo cuando no toca, y se puso a sí misma condiciones adicionales, una especie de voto de calidad. Si en las grandes ciudades han votado alcaldes y concejales republicanos, entonces es que España se había acostado monárquica y se había levantado republicana. Esa interpretación les regaló el presidente del Gobierno de Alfonso XIII a los conjurados, pillados y vencidos de San Sebastián. Les faltó tiempo para hacerse con el poder.

Saltando de siglo hemos conocido otro derrumbarse inexplicable que viene a ilustrar el abandono del mando, el ahí os quedáis, el «estoy hasta los cojones de todos nosotros» de Figueras (que no era de derechas pero merecía serlo por su ausentarse a la francesa, patrón de las bombas de humo). Hablo naturalmente del número más aclamado del escapista Rajoy, inspirado en la metamorfosis de Némesis en oca. En un sorprendente giro, deudor estético de Duchamp, él se trocó en bolso en el momento en que hacía más falta. Le habría bastado con decir: «convocaré elecciones dentro de tres meses», o algo así. Pero se gustó tanto que decidió no comparecer en su forma habitual, con boca y voz. Tras una larga ausencia, apenas interrumpida para asomarse un rato como periodista deportivo, acaba de reaparecer. La decisión de imitarse a sí mismo en los mítines, tildando a enemigos siempre sugeridos, nunca declarados, de chisgarabises y zascandiles no ha despertado el entusiasmo de otros tiempos. Con lo bien que los manejaba. Los tiempos. ¿Se acuerdan?

No sabemos si Feijóo también se evaporará en el momento menos pensado, pero eso viene en capítulos posteriores. Ahora mismo lo que hay es un plebiscito. Lo ha querido Sánchez y lo ha querido Ayuso, así que no cabe discusión sobre la naturaleza de lo que viene el domingo. Contra los intereses de sus barones más normales, los que no acaban de entender tanto morreo con Bildu, él ha querido acaparar los focos. En cuanto a Ayuso, se constata su habilidad para que el adversario se derrote a sí mismo. Ha elevado unas elecciones (en las que ella arrasará) a juicio contra Sánchez. Aprovechar los defectos del contrario siempre es buena estrategia, y en Sánchez el defecto por defecto es la vanidad. Esta llave de judo ya se la hizo Ayuso a Pablemos, pero dejar que el envanecido se reboce en su soberbia y se arroje a la sartén es una de esas jugadas ganadoras que siempre funcionan porque los adversarios con tal merma moral no atienden a razones, no conocen ni a su padre cuando se les desafía. Mira Bolaños. Pues tira: o estás por liquidar la democracia liberal o el domingo votas lo incompatible con Sánchez.