El drama del PSN

EL CORREO 01/03/14
ALBERTO AYALA

· El socialismo navarro se juega su relevancia en los próximos años atrapado entre el pasado, su presente y las urgencias de Rubalcaba y el PSOE

La batalla final está servida en Navarra. Y el desenlace de la crisis, el futuro del Gobierno de la regionalista de Yolanda Barcina y la convocatoria o no de elecciones anticipadas depende de la decisión que adopten el PSN y el PSOE. O puede que el PSOE y no tanto el PSN.
Hace unos días, cuando estalló la tormenta, el líder de los socialistas navarros, el cuestionado Roberto Jiménez, proclamó a los cuatro vientos algo que cualquier observador ajeno a la realidad del Viejo Reyno consideraría poco menos que una ‘perogrullada’: que el PSOE en Navarra es él. Pues bien, a medida que transcurren las horas existen cada vez más indicios para ponerlo en duda.

El socialismo navarro se juega en estas horas su futuro. No su existencia como partido. Pero es bastante probable que sí su relevancia o irrelevancia políticas en los próximos años.
Desde el nacionalismo vasco –que ha gobernado Euskadi 31 de los 35 últimos años– se habla con insistencia de «terminar con el régimen de UPN» en Navarra. Pues bien, el regionalismo lleva en el Palacio de Navarra ‘solo’ desde hace 18 años. Antes, en los años 80 y 90, el PSN tuvo mucho poder en el Viejo Reyno. Hasta que la corrupción se llevó por delante a los presidentes Urralburu y Otano, y espantó a una parte significativa de su electorado.

Tocado, el PSN se conformó en los años siguientes con jugar un papel secundario a la sombra de UPN. El frente era la mejor garantía de la continuidad de Navarra como comunidad foral diferenciada. Pero las señas de identidad del socialismo autóctono siguieron debilitándose y continuó la sangría en las urnas.
Tras el revés de los comicios de 2007, el PSN creyó llegada la hora del cambio: un gobierno de coalición con Nabai e Izquierda Unida. ETA estaba aún activa. Nabai la lideraba una Aralar recién escindida de la izquierda abertzale tradicional. Y llegó el ‘agostazo’, el veto de Ferraz. Por política de Estado. Para no poner en riesgo la especificidad foral del Viejo Reyno.

Ahora, tras una legislatura densa en escándalos, con las encuestas vaticinando otro dramático retroceso al PSN, Roberto Jiménez, precisamente el líder que se hizo cargo del socialismo navarro tras el ‘agostazo’, es quien se apunta al ‘revival’. Quien quiere aprovechar las denuncias de injerencias lanzadas por la exjefa de la Hacienda navarra para tumbar al Gobierno de UPN, forzar unas elecciones anticipadas y buscar en ellas aliento para su partido.
UPN y Barcina se han movido con rapidez. Con el inestimable apoyo del presidente Rajoy y del PP han logrado trasladar a la opinión pública española –la navarra ya es harina de otro costal– que lo que se cuece en el Viejo Reyno es nada menos que un pacto del PSOE con el antiguo brazo político de ETA. Un pacto que pone en riesgo inmediato el futuro de la comunidad foral.

 Un sudor frío recorre estos días los despachos de Ferraz. El temor a que la tormenta navarra dificulte aún más la imprescindible victoria sobre el PP en las europeas del 25 de mayo parece haber llevado a Rubalcaba y su equipo a mover unos cuantos hilos. Se buscan fieles en el PSN que cuestionen a Jiménez por ir demasiado lejos demasiado pronto, sólo para evitar las primarias y garantizarse su candidatura, y que exijan que no se presente la moción.
El PSN tiene ahora la palabra. Debe elegir entre renunciar, pedir a IU que sea quien presente la moción de censura con su apoyo o el de Geroa Bai –la opción que sonaba anoche como más probable–, convencer a Rubalcaba o ir al choque de trenes con Madrid. En cualquier caso, un papelón. Para el PSN, para el PSOE, para Jiménez y para Rubalcaba. Barcina, ya sin otra carta, insiste en apelar al sentido de Estado del líder del PSOE y aguarda.