Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Me imagino que las conclusiones de la encuesta de KPMG no habrán sorprendido a nadie. Según ella, los empresarios se muestran preocupados por la inestabilidad política. Ni tampoco lo hará el hecho de que la preocupación haya aumentado en el último año. Con un clima de enfrentamiento paranoico entre partidos, con una alteración patológica de las prioridades -recuerde que la primera y única ley aprobada en esta legislatura ha sido la de la amnistía-, lo que pone muy por delante el ‘durar’ sobre el ‘hacer’, con un ambiente político irrespirable, más que enrarecido, y con un panorama electoral tan abigarrado que eleva la crispación social a los límites de la ebullición, un resultado diferente hubiese constituido una sorpresa descomunal. Las respuestas son lógicas y si se les suma esta inestabilidad política, con la ‘volatilidad’ jurídica que genera, cualquier otra conclusión hubiese sido increíble.

¿Se va a arreglar este desastre? Ni lo sueñe. Tenemos un panorama electoral por delante que impedirá cualquier sosiego y desterrará cualquier atisbo de sensatez hasta fecha desconocida. Venimos de la elecciones gallegas, nos adentramos en las vascas, después nos esperan las catalanas y finalmente afrontaremos las europeas. Todo ello en un semestre, en un breve suspiro. Una prueba para los nervios sociales y una invitación a la ciudadanía a pasar de todo y centrase en sus cuitas personales. Parafraseando al presidente Kennedy se podría decir que ‘si América no se preocupa por mí, voy a dejar de preocuparme por América’.

Luego están las consecuencias. Yo no le creo a Pedro Sánchez que, cuando solo era candidato aseguraba que en La Moncloa se estaba para gobernar y no para dormir y que sin presupuestos no se podía gobernar, así que quien se viera en la imposibilidad de aprobar unos Presupuestos debería convocar elecciones o someterse a una moción de confianza. El ahora presidente no hará nada de eso, pues la opción de durar ha adquirido mucha relevancia a sus ojos y es consciente de que las mociones de censura, en este gallinero enloquecido que tenemos por Parlamento, las carga el diablo y además lo hace con los ojos tapados.

Si no hay Presupuestos será grave para quienes vivan de ellos y para todos aquellos, como los gobiernos de las distintas autonomías que esperaban la condonación de sus deudas con el FLA y el establecimiento de un sistema de financiación nuevo, que escuchara sus quejas y diera solución a sus cuitas. Para todo eso, 2024 será un año perdido. El Gobierno no ha querido ni siquiera cumplir con sus obligaciones constitucionales y presentar un proyecto a riesgo de que fuera rechazado. ¿Tan seguro estaba de ese rechazo? ¿No habíamos quedado en que todo estaba pacificado y todos estábamos reconciliados? Los demás lo notaremos poco.