El efecto tractor

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Ayer se presentó con un gran boato que incluía la presencia del presidente, Pedro Sánchez, el primer PERTE (Proyecto Estratégico de Recuperación y Transformación Económica), que ha de canalizar la ayuda europea y que está dedicado al sector de la automoción. Le adelanto que hay una cosa que me gusta muchísimo y otra que me preocupa bastante. Me gusta su efecto tractor. Las inversiones públicas serán de 4.295 millones de euros, que es mucho dinero, pero las privadas alcanzarán la enorme cifra de 19.000 millones, que es muchísimo dinero. Una enormidad de dinero. No solo me gusta, sino que pienso que el efecto tractor del esfuerzo público sobre las inversiones privadas debería ser el elemento clave a la hora de elegir los proyectos que merecen ayuda. Necesitamos inversiones que generen más inversiones para conseguir crear la riqueza que queremos y los empleos que necesitamos. Nadie conoce mejor las potencialidades de cada sector que los responsables de cada sector. Pero si además de conocerlas ‘creen’ en ellas y ponen dinero encima de la mesa y por delante, la apuesta es mucho más segura.

El dinero irá destinado a impulsar dos grupos de acciones. El primero estará integrado por los proyectos transformadores en la cadena de valor del vehículo eléctrico. Y el segundo tratará de facilitar la creación de una nueva movilidad, con acciones normativas y el despliegue de puntos de recarga para modelos electrificados. Ambas cosas son necesarias y el dinero implicado parece suficiente para garantizar su éxito.

Bien, ahora le cuento la preocupación. España es una potencia en la fabricación de vehículos, fundamentalmente de turismos y furgonetas. Las fábricas aquí instaladas son una fuente de empleo y generan a su alrededor una cantidad enorme de riqueza. Pero… carecemos de marcas propias. Fabricamos lo que diseñan otros fabricantes. Es decir, carecemos de autonomía y dependemos de lo que decidan los demás. ¿Decidirán seguirlos fabricando entre nosotros? Lo lógico es que así sea, siempre y cuando mantengamos un diferencial de productividad que justifique la decisión. Sin duda, este dinero, bien usado, debería caminar en la dirección de la mejora de nuestra capacidad productiva, pero aun y así siempre mantendremos la dependencia exterior. Y eso me resulta preocupante.

Lamentablemente, creo que carecemos de alternativa. No veo que haya posibilidad, quizás ni siquiera interés, de desarrollar una marca propia. Así que hacer lo que hacemos, pero hacerlo cada día un poco mejor, no es lo mejor, pero es lo siguiente mejor. No está mal. Y por favor, ¡que cunda el ejemplo del efecto tractor!