Tonia Etxarri-El Correo

El regreso del rey emérito a Sanxenxo en una visita privada para participar en las regatas de la clase 6mR de la Copa de España, la próxima semana, ha vuelto a levantar polvareda en el ambiente político. Vaya por Dios. El monarca, que va por libre menos de lo que le gustaría, ha decidido presentarse en España en plena campaña electoral. Una circunstancia que seguramente él no habrá tenido en cuenta porque, en realidad, decide sobre el escaso margen de su agenda de exiliado forzoso en función de quién le invita y le agasaja para compensar los sinsabores de esa ausencia de deferencia que le procuran desde los poderes del Estado. Aquí, en su país. Don Juan Carlos es un ciudadano libre, sin cuentas pendientes con la Justicia en España, que ha saldado sus deudas con Hacienda pero de quien todo el mundo se cree con derecho a pontificar y, por supuesto, a establecer juicios paralelos. Un deporte nacional donde los haya. Se están vertiendo ríos de tinta sobre quién será el perjudicado de este viaje inoportuno. Y no son pocos los medios que señalan al Rey Felipe VI como el gran agraviado. Pero más bien parece que el Monarca sería un perjudicado colateral, dada la politización que desde muchos sectores se intentará dar a este viaje privado, porque a quien le incomoda en realidad esta visita es al Gobierno que influyó en su decisión de irse del país en contra de su voluntad.

No son tiempos, los electorales, para tensar más la cuerda ni para meter la pata. Quizá, por eso, el Gobierno, en el ala sanchista, ha cambiado de actitud. No por casualidad, los socialistas de La Moncloa han optado por el perfil bajo.

Conscientes de que una crítica desmesurada contra don Juan Carlos I sería contraproducente para sus intereses electorales, se han puesto de perfil. Esta vez han decidido enterrar el hacha de guerra. Ahora no toca. No le conviene al partido de Sánchez que vuelvan a aflorar las diferencias con algunos barones que, en la anterior visita, llegaron a pedir a los suyos explícitamente que no les hicieran el juego a los que estaban haciendo campaña contra la Monarquía. «El Gobierno no tiene nada que comentar», ha dicho la portavoz, Isabel Rodríguez, evitando meterse en camisa de once varas. Otra cosa es la actitud de Podemos, las terceras socias de La Moncloa (la segunda es Yolanda Díaz), que no pierden oportunidad para utilizar al emérito como arma arrojadiza contra la institución de la Corona.

¿Que ocurrirá en Sanxenxo? No lo sabemos. Los lugareños se han mostrado encantados, como lo estuvieron hace casi un año. En el resto de España, la opinión pública dividida. No tenemos remedio. Los primeros que incurrimos en flagrante contradicción somos los periodistas. Nos hacemos eco de las voces que claman por que esta visita no se convierta en una exhibición mediática y ya estamos, una semana antes, desplegando los focos sobre los recorridos previsibles del emérito por la villa gallega. Generando expectación.

Se trata de un viaje privado después de casi un año de ausencia, no de una afrenta.