Juan Carlos Viloria.El Correo

  • La España vaciada no está dispuesta a llenarse de molinos y paneles

La implantación en masa de nuevos parques eólicos y fotovoltaicos empieza a encontrar una seria oposición en grupos de ciudadanos y colectivos rurales que ven con preocupación y alarma la degradación de su entorno natural y el impacto sobre sus negocios. Las energías limpias que durante años no han encontrado la mínima objeción en la opinión pública y, por el contrario, se convirtieron en la esperanza para salvar el planeta, ahora empiezan a verse con recelo.

El problema se ha planteado cuando una avalancha de parques eólicos con decenas o centenares de enormes aerogeneradores ha desembocado en serranías de toda la península. España se está convirtiendo en un parque temático de energías renovables donde caben los proyectos respetuosos con el medio ambiente pero también, están apareciendo oportunistas de la especulación que aprovechan para subirse a la ola climática que lo aguanta todo. Hay que frenar la opacidad de los promotores para que los afectados dispongan de información antes de que los proyectos estén prácticamente aprobados.

Somos el segundo país con más molinos y paneles de Europa, solo detrás de Alemania que nos duplica en número de habitantes. Nos hemos convertido en el quinto país del mundo en potencia eólica instalada y esto no ha hecho más que empezar porque hay en cartera seiscientos proyectos pendientes de estudio y aprobación. A día de hoy España dispone de 1265 parque eólicos y, el futuro con la guerra de Ucrania como factor desestabilizador de las fuentes de energía, se presenta con forma de molino.

Ya somos el tercer país exportador de instalaciones eólicas y se ha dicho que nos vamos a convertir en el «granero» de energías limpias de la UE. Todo eso está muy bien sobre el papel, pero no hay que olvidar la masacre que sobre el paisaje y el patrimonio puede suponer la masiva instalaciones de paneles y molinos. Estos últimos suponen un reguero de hormigón y líneas de alta tensión cerca de las cuales no es fácil ni vivir, ni trabajar en el campo, ni situar un negocio turístico.

Además, después de su vida útil calculada en 25 años, ese hormigón y sus palas son muy difíciles y costoso de reciclar; sin contar con la huella de carbono que deja su fabricación. En plena campaña de elecciones locales y autonómicas los candidatos deberán tener en cuenta que cada vez aumentan los opositores a la eólica y, si no hay transparencia y control, se podría producir un peligroso efecto contagio. Los miembros de «Teruel Existe» son un ejemplo de que la España vaciada no está dispuesta a llenarse de molinos y paneles. Ya han levantado la bandera contra el despliegue anárquico y la falta de rigor en los proyectos de energías limpias porque condicionarán para décadas su modelo de crecimiento.