Alberto Priego-El Español-
  • El gobierno de Netanyahu ha estado demasiado pendiente de cuestiones como la reforma judicial, y menos de lo realmente importante, como es la seguridad.

Alas 6:30 de la mañana de este sábado, justo cuando se cumplía el 50 aniversario de la agresión sirio-egipcia que dio inicio a la Guerra del Yom Kippur, Hamás lanzaba una ofensiva sobre el sur de Israel.

Hasta un total de 5.000 misiles, la mayor parte de fabricación iraní, caían sobre el territorio de Israel. Al mismo tiempo, unos 200 terroristas pertenecientes a Hamás atravesaban la descontrolada frontera entre Gaza e Israel.

Durante unas horas, los terroristas se movieron con impunidad por lugares como Sderot, Beeri o Naajal Oz. Muchos de los lugares asaltados eran granjas donde vivían personas mayores que no han opuesto la menor resistencia. En total casi 200 israelíes asesinados, 900 heridos y unos 50 secuestrados que han sido llevados a Gaza, donde previsiblemente se les torturará y se les usará como moneda de cambio.

Dejando a un lado el horror personal de todos los que han sido víctimas de este ataque, cabe preguntarse cómo ha sido posible, por qué se ha realizado y qué consecuencias puede tener.

En primer lugar, aunque todavía es muy pronto para sacar conclusiones, sí que resulta llamativa la facilidad con la que los terroristas de Hamás han pasado la frontera. La inteligencia militar debería haber sido consciente de que algo estaba ocurriendo en Gaza y sobre todo, haber tenido fuerzas en la frontera para evitar incursiones.

Si bien es cierto que este fin de semana es especial por ser el final del Sukot (y por ende, muchos soldados estaban de permiso), no es menos cierto que la situación en Gaza está lejos de ser pacífica. Quizás el gobierno de Netanyahu haya estado demasiado pendiente de cuestiones tales como la segregación de la población por sexo o la reforma judicial, y menos de lo que realmente es importante, como es la seguridad.

En segundo lugar, hay que plantearse cuál es el objetivo final de esta acción. Uno de los focos de más inestabilidad de todo el mundo es Oriente Medio en general, y el conflicto de Israel con los palestinos en particular. Desde que se firmaran los acuerdos de Abraham, Israel no ha hecho más que mejorar sus relaciones con el Mundo Árabe.

«La única preocupación de Netanyahu ha sido evitar ser condenado por los casos de corrupción que le acechan»

En las últimas semanas Israel y Arabia Saudí han estado negociando activamente para poder superar sus diferencias y firmar un reconocimiento y una normalización de sus relaciones diplomáticas. Al igual que ocurrió con los Acuerdos de Oslo en 1996, cuando parece que se avanza en la dirección adecuada, los radicales tratan de volarlo por los aíres.

Con esta acción Hamás ha buscado provocar a Israel para que Jerusalén lance una operación militar que empeore su imagen internacional. Y, sobre todo, que destruya los avances que haya logrado hacia la paz. En esta ocasión, lo que se pretende es que Riad y Jerusalén no normalicen las relaciones y que por tanto la inestabilidad siga imperando.

Los dos Estados más interesados en este asunto son Irán y Rusia. Por un lado, Irán trata de mantener su influencia en Oriente Medio, y para ello la baza palestina es fundamental. Por el otro, Moscú ha sido y es el principal valedor internacional de Hamás, tal y como demuestran las continuas recepciones oficiales que el Kremlin le ha ofrecido a sus líderes. En la última, la de septiembre de 2022, Putin pidió a Haniyah que desestabilizara Occidente, algo que parece que está en línea con lo que ha ocurrido hoy.

En tercer y último lugar tenemos que hablar de las consecuencias. Israel acaba de movilizar a 10.000 reservistas y ha comenzado los bombardeos sobre la Franja de Gaza. Son los prolegómenos de una Operación -de nombre «Espada de Acero»- cuya siguiente fase será la invasión militar.

Las imágenes de civiles israelíes trasladados a la fuerza a la Franja de Gaza suponen una humillación tremenda para Israel. Hasta ahora habíamos visto cómo Hamás estaba encerrado en sus fronteras y no tenía capacidad de actuar fuera más allá de los atentados suicidas. Durante las horas que los terroristas estuvieron actuando apenas tuvieron oposición. Entraron en casas, retuvieron a personas, las asesinaron y a los supervivientes se los llevaron a su guarida. Todo ello sin que nadie actuara.

Ha llegado el momento de dejar de erosionar el orden democrático de Israel y de actuar contra las amenazas del Estado. Israel no puede permitirse un agujero de seguridad como el que hemos visto hoy. La atribución de competencias de seguridad a sionistas religiosos sin experiencia alguna ha sido un error, atribuible a un primer ministro cuya única preocupación es evitar ser condenado por los casos de corrupción que le acechan.

Sin embargo, hay motivo para la esperanza. Israel ha superado situaciones incluso peores y esta ocasión no será una excepción. Am Israel Jai.

*** Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas.