LIBERTAD DIGITAL 24/01/17
GUILLERMO DUPUY
· El riguroso celo de nuestras autoridades contrasta con su total despreocupación ante la erradicación de la enseñanza en español en Cataluña
Hay que ver el revuelo que se ha armado con la decisión del nuevo Gobierno estadounidense de suprimir la versión en español de la web de la Casa Blanca: nuestro ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, tras una reunión de ministros y altos cargos de Exteriores celebrada en Barcelona, ha lamentado la noticia y, aunque ha admitido que «las gestiones sobre la web de la Casa Blanca son internas de Estados Unidos», ha recordado que EEUU tiene 52 millones de habitantes que hablan español.
Más contundente ha estado el ministro de Justicia, Rafael Catalá, quien ha opinado desde Salamanca que la retirada de la web en español «no tiene sentido» y ha reconocido que el Gobierno asiste con «una cierta inquietud al reforzamiento de los valores y la mirada hacia dentro» de los Estados Unidos.
Finalmente, el director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, ha calificado de «muy negativa, muy significativa y una regresión importante» la supresión del español en la web de la Casa Blanca, así como «un gesto esperable si se cumplían los vaticinios» anunciados por el presidente Trump.
Aunque les he de confesar que yo no tenía ni la más remota idea de que hubiese una versión en español de la web de la Casa Blanca, me sumo desde aquí al lamento de nuestras autoridades por semejante pérdida, que, no obstante, no creo que vaya a impedir que EEUU siga siendo, tras México, el país con mayor número de hispanoparlantes del mundo o que el español siga siendo el segundo idioma de comunicación internacional tras el inglés.
En cualquier caso, la encomiable preocupación y el riguroso celo que nuestras autoridades muestran en este asunto contrastan con su total despreocupación ante la erradicación de la enseñanza en español en Cataluña. Ni una sola declaración en defensa de los catalanes castellanohablantes conozco –y miren que las he buscado– del actual director de la RAE o de alguno de sus antecesores. Otro tanto podemos decir del ya veterano ministro de Justicia, Rafael Catalá. En cuanto al nuevo ministro de Exteriores, su mutismo en este asunto tendría un pase en razón de su cargo si no fuera porque lo ha roto nada menos que para salir en defensa de la «legitimidad» y la «libertad de expresión» del golpista Puigdemont a la hora de defender en Bruselas la celebración de un ilegal referéndum separatista.
Claro que la culpa de todo esto no la tiene Donald Trump, por lo que no hay razón alguna para el escándalo.