Victoria Prego, EL MUNDO 05/12/12
¡Y eso que el ministro había dicho ya que las lenguas propias contarían en la evaluación de las reválidas! Pero ya sabíamos que iba a dar lo mismo. La consejera catalana de Educación vino ayer a Madrid a hacer lo que vimos: repetir la escena que en septiembre pasado acreditó a su jefe como ciego seguidor de la estrategia de confrontación con el Gobierno como vía segura -luego se ha visto que de eso, nada- para lograr réditos políticos y, creyó el ingenuo, incluso electorales.
Y si el señor Mas vino a Madrid a lanzar al presidente Rajoy un ultimátum imposible que le permitiera romper la baraja, la señora Rigau nos ofreció ayer un bis al exigir al ministro Wert que retirara el texto -nada menos que todo el texto- de su borrador si quería que ella se sentara con todos a hablar de algo.
Irene Rigau repitió ayer, paso por paso, la pueril actitud de Artur Mas cuando, al término de su conversación con el presidente, se negó a celebrar la rueda de prensa en el recinto de La Moncloa y convocó a los periodistas en un cuchitril en el que ni se cabía ni se oía pero que tenía la ventaja de que no era suelo madrileño exactamente, sino la sede de la delegación catalana en Madrid. Y hay una diferencia grande, claro, dónde va a parar.
Bien, pues ella tampoco quiso hablar ayer delante del cartel del Ministerio de Educación. Prefirió, como él, un pasillo angosto. La misma representación, el mismo infantilismo, idéntica necesidad de conflicto en su versión política más belicosa.
Pero, al margen de las formas, que son importantes porque siempre tienen significado, lo sucedido en torno a este asunto ilumina crudamente una verdad que no necesita de más explicaciones. Un país en el que alguien considera que se ataca su dignidad, su autonomía y su cultura porque el Gobierno pretende que la lengua común reciba en la escuela pública un tratamiento académico «en proporción equilibrada» con la lengua autóctona, es un país que está instalado en el disparate. Es un país en el que se hace obvio que ha renunciado dramáticamente, y desde hace demasiados años ya, a reconocerse en su realidad nacional. Que ha renunciado, por lo tanto, a su viabilidad política.
Por enésima vez se hablará del buen conocimiento de ambas lenguas de los escolares catalanes. Y por enésima vez habrá que repetir que no es cuestión de resultados sino de derechos. Y no hay gobierno que pueda atreverse a recular tanto, tanto, que llegue a aceptar que en una parte del paísse le prohíba defender los derechos ciudadanos en condiciones de igualdad. Eso es imposible, más imposible aún que el ultimátum del pacto fiscal.
Victoria Prego, EL MUNDO 05/12/12