TONIA ETXARRI-EL CORREO

Quedará escrito en las actas parlamentarias que Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, se estrenó ayer en el Congreso en una sesión atípica porque la bancada azul apareció semidesierta. De los 22 ministros que integran el Gobierno, solo seis comparecieron en el hemiciclo. De las 22 preguntas registradas tan solo se atendieron ocho. Unos aprovecharon la ausencia del presidente Sánchez, que participaba en la sesión de la ONU en Nueva York, para hacer pira. Otros, los de Podemos, no estaban para que se les preguntara por las cuitas de ‘Pollo’ Carvajal (el exjefe de inteligencia de Venezuela que dice que tiene pruebas de su financiación irregular). Ya hemos visto cómo se las gasta Echenique cuando pontifica quién es periodista y quién no si se le pregunta por asuntos comprometidos. No estaba el panorama como para presumir de diálogo con estos síntomas. Pero a eso fue el sucesor de Iván Redondo al Parlamento. A dar un palo a la oposición («ustedes son el conflicto, nosotros el diálogo»).

El ministro de la Presidencia ya había merecido titulares de gloria hace unas semanas cuando se le ocurrió decir que la propuesta del PP de que los jueces fueran elegidos por los jueces, tal como se reclama desde Europa y lo demandan tres de las cuatro asociaciones judiciales, no tenía cabida en una democracia plena. Pero ayer soltó un rosario de misterios que recordaban el espíritu del Catecismo cristiano en donde se nos daba la salida a los diversos pecados oponiéndolos a las virtudes. A saber: contra la ira, paciencia; contra la avaricia, generosidad; contra la soberbia, humildad. Y así, hasta siete. «Frente al odio, convivencia», clamaba Bolaños dirigiendo su mirada a la bancada de la oposición. A la misma oposición a la que acusa de boicotear la Constitución. Eso hace Pablo Casado según el mismo Gobierno que tiene como socios y aliados a Podemos en el consejo de ministros y a Rufián y Otegi sosteniendo el timón. Que no solo no respetan la Constitución sino que conspiran contra ella.

Así tenemos al Legislativo en esta legislatura. La ministra portavoz pidiendo a Vox que respete a los medios de comunicación. Y eso está muy bien. Pero nada dijo del desprecio que había mostrado el portavoz de Podemos, partido con el que gobierna, hacia un periodista al que no quiso responder. Es la ley del embudo. La parte ancha para los suyos. No importa el qué sino quién lo diga. No fue brillante el estreno de Bolaños que a la tarde se ponía los galones para tratar a Bildu como un socio estable y ‘normalizado’ a fin de conseguir su apoyo renovado a los Presupuestos. Después de que la izquierda abertzale, que está robándole el espacio de interlocución al PNV («no hay una única agenda vasca», matizan), apoyara la investidura de Sánchez con su abstención, los presupuestos, los estados de alarma y consiguiese arrancarle el compromiso de la derogación de la reforma laboral, sus portavoces dijeron que Sánchez no tenía que sucumbir «a las presiones de la extrema derecha». Que, para presiones, ya están ellos.