Ignacio Marco-Gardoqui
Ya sabe usted que para facilitar la ingesta de determinadas medicinas de sabor desagradable se envuelven en excipientes que la facilitan. Bueno, pues ayer Pedro Sánchez nos deleitó con 51 minutos de excipiente en forma de todo tipo de dádivas, subvenciones y ayudas. Antes, había citado ya la Constitución más de 50.000 veces y ninguna la palabra amnistía. El excipiente es magnífico.
En el futuro habrá de todo y para casi todos. Habrá pleno empleo, aunque se le olvidó fijar la fecha. Habrá un nuevo Estatuto del Trabajador, subidas por ley -es decir, no negociadas con los agentes sociales-, habrá reducciones de jornadas, aumentos de los permisos de paternidad, crecimiento del poder adquisitivo -otro olvido, no dijo ni cuánto ni cuándo-, extensión de las bajadas del IVA de los alimentos, mejora de los alivios a las hipotecas, transporte gratuito y bonos culturales para los jóvenes, reducciones drásticas de las listas de espera, ampliación de los servicios sanitarios a los cuidados bucales y, en especial, a los mentales, más becas en la educación, ayudas a los comedores y apoyo a la ciencia tratando de que retornen los cerebros que se fueron al extranjero por culpa del PP (sic). Me faltan muchísimas cosas más, entre ellas el espacio.
Luego dedicó unos pocos minutos a la amnistía, pero ninguno de ellos al acuerdo previo con Junts. En su opinión, tan solo el PP y Vox, que él no distingue, se oponen a la amnistía y la consideran anticonstitucional. Ni recuerda lo que él mismo y su partido han defendido hasta que ha necesitado cambiar el discurso para obtener su voto, ni ha leído la condena unánime de todo el conglomerado jurídico del país -desde jueces a fiscales- más los empresarios.
Como en anteriores ocasiones, hizo toda una enciclopedia de progresismo carente de coste alguno. En resumen, un ideal de sociedad subvencionada, anestesiada y adormecida. Ni una sola medida de fomento de la inversión y creación de actividad, ni una sola mención a los deberes ciudadanos, al compromiso social o al esfuerzo personal. ¿Quién no se tomaría la medicina, por amarga que fuera, si va envuelta en tan fantástico excipiente?
Antes se había rodeado el Congreso con 1.400 antidisturbios. Al parecer esperaba una repetición del asalto al Congreso de Washington. Mala suerte para él. No la hubo.