IGNACIO CAMACHO-ABC

  • En todos los partidos hay ‘un García Egea’, un capataz encargado de mantener la disciplina interna con mano férrea

Por méritos propios, a Teodoro García Egea le cayó en la última crisis del PP el papel de malo. Cometió un error grave –levantar contra Ayuso una acusación sin pruebas– y le terminó costando el cargo. Casado hubiera podido salvar el suyo de haber accedido a cesarlo pero sabía que eso significaba perder la poca autoridad que le quedaba a su liderazgo, ya muy mermada por la evidencia generalizada de su falta de cuajo. Al final se tuvieron que marchar ambos, uno a una discreta vida privada y el otro a su escaño de diputado raso, al que acaba de renunciar al cabo de un año. Tiene donde ir, y no será a ganar concursos de lanzamiento de aceitunas en Cieza; es ‘teleco’ de carrera y se ha reconvertido en el complejo mundo del metaverso y las criptomonedas. También sabe tocar el piano y cultiva aficiones de mente inquieta que durante su trayectoria política ocultó, qué pena, bajo el innecesario disfraz de un sargento de severidad cuartelera.

Ese tipo de roles está mal visto desde fuera pero en todos los partidos y épocas hay un tipo encargado de mantener con mano dura la disciplina interna. Sánchez tuvo a Ábalos y ahora a Santos Cerdán, Zapatero a Blanco, Aznar a Cascos y Arenas, Chaves a Zarrías, González a Alfonso Guerra. Rajoy prescindió de esa figura –Cospedal no ejercía– y así le fue a un PP desensamblado del Ejecutivo y desestructurado por dentro. El segundo error de Egea consistió en olvidar que su jefe no estaba lo bastante consolidado para avalar su estilo férreo de imponer por las bravas estrategias y nombramientos. Sembró su camino de agravios y se creó una red de enemigos relevantes, como la citada Ayuso o Juanma Moreno, con quienes nunca logró establecer otra relación que la del mutuo recelo. Olvidó que para pasar por encima de dirigentes con poder real y manejo de presupuestos es menester mandar más que ellos y que Casado sólo controlaba, y no por completo, el grupo del Congreso.

Feijóo, que es más listo y sobre todo más gallego, ha preferido apoyarse en las baronías regionales al menos hasta que alcance el Gobierno. Su guardia pretoriana tiene las competencias divididas sin que se divise a simple vista un escalafón claro de jerarquías. Pero para ganar elecciones territoriales se necesita alguien capaz de movilizar la organización, apretar las filas e incentivar la participación en ayuntamientos y autonomías. Ése ha sido siempre el principal activo socialista, aunque el personalismo cesáreo de Sánchez lo haya dejado de capa caída y ahora sus candidatos locales intenten hasta ocultar las siglas como algunos alcaldes de Andalucía. En mayo se verá si el PP ha cicatrizado las heridas que ‘Teo’ abrió con su empeño de imponer listas y someter a todos los cuadros a un régimen de observancia estricta. El factor orgánico sigue constituyendo la ventaja primordial del bipartidismo sobre las formaciones de la ‘nueva política’.