La emergencia de Vox ha trastocado el panorama político y la agenda mediática, y no es para menos: su irrupción en el Parlamento de Andalucía ha penalizado casi 40 años de un poco honesto Gobierno socialista, y apaleado a la política hoy entendida por tradicional, pese a nuestra joven democracia. Un cambio que desafortunadamente ha venido desde la derecha más recalcitrante, y de la que aún queda por ver su eficacia en la gobernabilidad regional y nacional.
Es por ello que existe cierta preocupación social, ya que si el partido de Abascal cae con la misma fuerza en el Parlamento español, diversos cambios indeseados para medio país pueden ser efectuados en desmedro del otro medio, ahondando en el mito de la nación bicéfala y alejándonos de una deseable convergencia social, cada vez más frágil.
Sin embargo, existen algunos presagios que hacen pensar que esta irrupción no solo no afecta, al menos de manera meteórica, a Euskadi, y que si alguien sale perjudicado de ella es la España conservadora, habida cuenta además de que tanto Abascal como Ortega Lara y otros fundadores del partido verde provienen directamente del PP.
En primer lugar, el hecho de que España se suba al tren de las tendencias europeas con un partido de extrema derecha no es nuevo, ni por su recorrido histórico ni por la sociopolítica del Viejo Continente, a la que la piel de toro no es inmune. Sin embargo, es precisamente esa UE la que exige a España un déficit 0 para 2020, cosa que solo se puede lograr reduciendo el gasto público. Curiosamente Vox lleva en su programa esa reducción, a través de la privatización de entes públicos y autonomías, de las que solo entre tres o cuatro son, a ojos de la UE, sostenibles (entre ellas, Euskadi). No sería extraño que alguien propusiera la reducción o recorte en la administración de algunas de nuestras comunidades, curiosamente ubicadas en el Sur, donde Vox ha empezado a cosechar su primer éxito. Librará pues a los grandes partidos nacionales de pretender la reducción autonómica de donde gobiernen, cosa que seguro irá ocurriendo, aunque no aquí, donde por fuerza esos recortes deberán hacerlos otros por imperativo europeo.
Ha sorprendido además que viniendo Vox del hijo de Abascal padre, Santiago Abascal Escuza, carlista y defensor de los fueros alaveses durante el franquismo, su hijo y acólitos hayan decidido proponer también la supresión del Concierto Económico. No es nada novedoso, ya que hablamos de un discurso promovido por Ciudadanos y compartido transversalmente por miembros del PP y el PSOE, con la salvedad de Euskadi y Navarra, donde curiosamente son las izquierdas quienes menos lo defienden. Recuérdese sin embargo que la supresión foral, en todas sus formas, se ha dado en la historia y desde 1876 después de grandes guerras (la última solo se saldó con los Conciertos de Bizkaia y Gipuzkoa), y que a su vez, el Concierto, resquicio de los derechos forales primigenios es, en palabras de Pedro Luis Uriarte, una «imposición» del Gobierno liberal del siglo XIX para mediar en la recaudación de impuestos directos de unas provincias que hasta el 76 gestionaban por su cuenta. Sería absurdo pretender que el Ministerio de Economía decidiese ahora asumir impuestos que no ha tocado nunca, y habiendo además una resolución europea de 2008 que avala los Conciertos como síntoma «de una sociedad madura».
Tampoco valdrán las presiones desde un Gobierno de España apoyado por los de Abascal, ya que desde el blindaje de esos Conciertos en 2010 es necesario remodelar para ello la Constitución, algo que desde el 78 solo se ha hecho para asegurar el pago de la deuda externa en 2011. No parece entonces que cualquier replanteamiento constitucional vaya a hacerse a la ligera, y la batuta la tendrá, como casi siempre, la economía.
Finalmente, hay que mirar a Euskadi como una comunidad donde el espacio electoral de la derecha española está circunscrito al PP, quien va a padecer, tanto in situ como en toda España, la sangría de votos al partido extremista. Si en la CAV los pronósticos auguran a los populares una pérdida importante de votos, ese fenómeno podría acrecentarse con la presencia de Vox y Ciudadanos (por este último, el PP no consiguió hacerse con la mayoría de escaños en las Juntas Generales de Álava en las forales, arrebatándole los de Rivera un procurador). En Navarra, por su parte, el PP podría desaparecer si entran los naranjas, espacio que ahora se disputarán también con Vox, que restará presencia parlamentaria a UPN. En definitiva, se puede decir que si en Andalucía la fragmentación trinitaria de las derechas ha creado un nuevo Gobierno, en Euskadi puede hacer mucho daño a los defensores de una España unida y liberal-conservadora.