EL PAÍS, 18/10/11
Los socialistas muestran cierta decepción al no incluir la declaración final sus principales ideas – Urkullu: «El cese definitivo abrirá una ventana a la esperanza»
Los socialistas Jesús Eguiguren y Carlos Totorika abandonaron el Palacio de Aiete cabizbajos y contrariados; el líder del PNV, Iñigo Urkullu, lo hacía esperanzado, y Rufi Etxeberria, principal cabeza visible de la izquierda abertzale ilegalizada con un gesto de complacencia. Era la imagen que ofrecían ayer los representantes de las principales fuerzas políticas vascas que participaron en la conferencia de paz de San Sebastián -el PP no asistió-, resuelta con una declaración en la que se «llama» a ETA a hacer público el cese definitivo de la actividad armada. Tras ello, se «insta» a los Gobiernos de España y Francia a iniciar conversaciones.
El documento, leído por el ex primer ministro irlandés Bertie Ahern, obvia exigir a ETA anuncie su final «sin contrapartidas de ningún tipo», como habían recogido expresamente en sus intervenciones las delegaciones socialista y del PNV. Los líderes internacionales, en cambio, incluyen la reclamación hecha por la izquierda abertzale de abordar una solución a través del «diálogo».
La Sala Gandhi de la Casa de la Paz de Aiete acogió a medio centenar de participantes, la mayoría dirigentes de partidos y sindicatos vascos, además de los seis líderes internacionales, los integrantes del grupo local de apoyo y las entidades y fundaciones organizadoras. En torno a la mesa se sentaron representantes del PNV, PSE, izquierda abertzale, Aralar, EA, EB, Alternatiba, Geroa Bai, ELA, LAB, CC OO, UGT, Confebask y miembros de las formaciones francesas Abertzaleen Batasuna, UMP, PSF y Modem. Todos los asistentes fueron recibidos en las escalinatas del palacio por Juan Karlos Izaguirre y Martin Garitano, los dos princpales cargos públicos de Bildu.
El PNV llegó a la conferencia convencido de que iba a ser una extraordinaria oportunidad para lograr la paz. Y salió con la sensación de que «la declaración de cese definitivo [de la violencia por ETA, que reclama el texto final en su primer punto] traerá una ventana abierta a la esperanza», dijo después Urkullu a los periodistas. «Hoy [por ayer] es un día importante» para Euskadi, añadió, porque los líderes internacionales han dejado claro que el «primer paso» tiene que venir de ETA con una declaración de cese definitivo de la actividad armada. Y ya no quiso entrar en los otros cuatro puntos que completan la declaración, «se hablará más tarde».
En la Sala Gandhi, Urkullu, que se expresó solo en euskera, fue firme al exigir a ETA que «decida y comunique cuanto antes su desaparición», al tiempo que abogó por mirar adelante «con el recuerdo de las víctimas, del sufrimiento y del dolor causado». Apoyó la tesis «paz por paz, sin contrapartidas políticas de ningún tipo».
Urkullu se marchó de Aiete a la espera de acontecimientos. Mucho más insatisfechos se fueron Eguiguren, presidente del PSE, y Totorika, alcalde de Ermua, tras comprobar que las conclusiones no incorporaban muchos de los planteamientos defendidos en la reunión. Los socialistas llegaban en una situación incómoda tras las dudas sobre si participar o no en la cita, y salieron «algo decepcionados», según confesaron. Eguiguren recordó en su discurso que en Euskadi no existe un conflicto violento entre dos bandos enfrentados, sino «un ataque deliberado y sistemático de una banda terrorista» para «silenciar las voces de los que no compartían su proyecto totalitario».
Tras leer y entregar una copia del decálogo por la convibvencia que el lehendakari, Patxi López, presentó en septiembre en el Parlamento, Eguiguren pidió el «final definitivo» de ETA y su disolución «sin contrapartida ni condición».
Quienes no citaron a ETA en ningún momento fueron los representantes de la exBatasuna. Etxeberria aseguró a los asistentes que la izquierda abertzale asume «sus responsabilidades históricas y políticas» y tiene ahora «las manos tendidas para abordar esta nueva fase política». Defendió el Acuerdo de Gernika y el compromiso por usar «las vías exclusivamente políticas y democráticas», con idea de poner las «bases mínimas de un proceso de paz, la reparación de las consecuencias del contencioso y el establecimiento de la normalización política y de la convivencia social».
EL PAÍS, 18/10/11