Una noche de infarto, de tensión y rabia. Sánchez vive, el PP se estrella y Vox aunque se desinfla en escaños por el sistema electoral, resiste bien en votos perdiendo sólo medio millón ante la peor campaña de difamación por tierra, mar, aire y desde ambas orillas. Aunque queda poco para acabar el recuento definitivo, lo que es innegable es el fracaso de la oposición al Gobierno Frankenstein, en concreto el fracaso del Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, que gana por un puñado escaso de votos al PSOE. Nunca hubo en La Moncloa peor Presidente del Gobierno que Pedro Sánchez. No queda rincón institucional, legal, moral y estético que no se haya visto profanado, destruido y mal vendido a los enemigos de España con la autocracia ejercida y bendecida por Bruselas. En contraposición, nunca hubo un candidato a la Presidencia como Núñez Feijóo que gozase de mayor favor e ímpetu de todos los medios de comunicación fuera de la izquierda gubernamental y casas demoscópicas. El PP ha sacado casi 20 escaños menos que la peor encuesta. Ni con tantas manos remando ha conseguido replicar la realidad que creaban.
El PP debía dejar en manos del PSOE que decidiese con quien pactaba. Todo ello unido a una campaña infame de voto útil al PP en provincias que se ha mostrado inútil
¿Qué ha podido fallar en un Partido Popular movilizado, con un liderazgo renovado, unánime en el partido y con tanto poder territorial como acaba de estrenar en los comicios de mayo? Feijóo ha sacado 136 escasos escaños. Muy alejado de la casi mayoría absoluta que saboreaba durante la campaña a través del imaginario de sus asesores. Una «casi» mayoría para que Vox no entrase en su Gobierno. Y quizá aquí esté la herida de muerte que el PP se provocó a sí mismo. Compró la soga a la izquierda, su discurso, y se la apretó al cuello. Una campaña electoral orientada cada día en mostrar la repugnancia hacia Vox y en alejar la posibilidad de que pudiesen entrar en un Gobierno de coalición siendo tan «ultra, extremo, turbo, fascista». Eso no lo podía permitir Feijóo, Sémper, Cuca, ni Juanma, ni Guardiola. El PP debía dejar en manos del PSOE que decidiese con quien pactaba. Todo ello unido a una campaña infame de voto útil al PP en provincias que se ha mostrado inútil. El mensaje era que un voto a Vox no se traduciría en escaños, pero de producirse no se trasladaría a una coalición que echase a Sánchez.
El PP ha dedicado más esfuerzos en estigmatizar a Vox, su único apoyo posible para un cambio de Gobierno en España, que en atacar a Pedro Sánchez y proponer una alternativa visible en políticas. Le ofreció su apoyo si era la lista más votada para no tener que recurrir a «extremos» (la política futbolística) y en llamarle antes que a Santiago Abascal si ganaba las elecciones. No sería tan grave que Pedro Sánchez siguiese en el Gobierno si hiciésemos caso al líder de la oposición, sin embargo debíamos salir despavoridos de una España como del Berlín de 1933 si atendemos a las barbaridades que decían de los de Abascal. Hasta de querer matar perros les acusó la vicepresidenta Chucky teletubbie.
El problema no es sólo la investidura. Había que conseguir un cambio de Gobierno, pero es imposible lograrlo haciendo campaña contra tu posible socio
Si Feijóo fuese coherente y creyese en algo de lo que ha defendido estos meses, al PSOE, debería abstenerse para evitar la reelección de Sánchez con los bilduetarras, aunque haya ganado las elecciones por poco. Lo malo es que esto no solucionaría nada. El Frankenstein desangra España en cada votación parlamentaria, en cada ley. El problema no es sólo la investidura. Había que conseguir un cambio de Gobierno, pero es imposible conseguirlo haciendo campaña contra tu posible socio y en favor del partido de tu contrincante. Feijóo jamás pronunció una frase mala del PSOE, sino del sanchismo, y ese partido no lo encontraron los electores en el colegio electoral para castigarlo.
Núñez Feijóo y su apuesta por un PP que se consolidase como partido socialdemócrata de centro izquierda donde España es una unión de autonomías ha fracasado estrepitosamente. Ha buscado desesperadamente el voto de los desencantados con Sánchez que desprecian a la derecha creyendo que así se convertiría en el sucesor de Felipe González. Pero Sánchez ha absorbido el voto de ERC en Cataluña porque los independentistas saben que su voto útil es al PSOE. Y este es el partido con socialista, antiespañol, radical que antepuso siempre Feijóo al partido de Santiago Abascal.
El fracaso de la moderación, de la centralidad del vacío que representan estas presuntuosas y estúpidas palabras y quien las enarbola como bandera. La izquierda fuera de Galicia tiene una implantación que sólo puede salir del Gobierno o porque lo abandone o porque haya un proyecto frontal alternativo. Con un Sánchez hambriento de poder y un Feijóo incapaz de representar esta última opción asuman que habrá referéndum en los dos próximos años. El voto a VOX crece entre los jóvenes. Quizá sólo tenga que esperar.