Antonio Casado-El Confidencial
Si se malogran los tratos del PSOE con ERC también se malogra la investidura y, muy probablemente, la carrera política del actual presidente en funciones y líder del PSOE
‘Indepes’ crecidos, Sánchez cohibido. Esta es la situación, a la espera del pronunciamiento de la Abogacía del Estado. Y será difícilmente compatible con las pretensiones de ERC al hilo de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la inmunidad de Junqueras.
No le demos más vueltas. En su ejercicio de acusación pública contra los culpables de sedición (por sentencia firme del máximo órgano jurisdiccional del Reino de España), la AE no puede ni debe de ninguna manera pedir al Tribunal Supremo la nulidad del ‘judici’ y la excarcelación de Oriol Junqueras, como exigen los que van de facilitadores de la investidura.
La AE no puede ni debe pedir al TS la nulidad del ‘judici’ y la excarcelación de Junqueras, como exigen los que van de facilitadores de la investidura
Y no lo hará. La AE no pasará de pedir al TS, si realmente lo pide (continúa el debate técnico entre presiones políticas), que le conceda ocasionales permisos penitenciarios relacionados con su condición de eurodiputado. En paralelo, se tramitaría ante el Parlamento Europeo el consabido suplicatorio para que siga cumpliendo la condena impuesta en un juicio oral abierto cuando Junqueras ni siquiera era candidato y visto para sentencia antes de ser proclamado electo (BOE 14 junio).
Solo si asistimos a una demostración práctica de que, como parece, su radicalismo público no se corresponde con su moderación privada, habrá fumata blanca para Sánchez y enjambre de «fascistas con estelada» sobre la cabeza de Gabriel Rufián.
Solo si la moderación privada de ERC se impone a su radicalismo público, habrá fumata blanca a favor de Sánchez y «fascistas con estelada» contra Rufián
Pero ese final feliz se complica sin anulación de la sentencia del TS y excarcelación para el jefe de filas de los 13 eventuales costaleros de Pedro Sánchez. Justamente el especulativo «mal que por bien no venga» instalado en medios políticos de inequívoca adhesión al orden constitucional, incluidos ciertos sectores socialistas.
Dicho de otro modo: si se malogran los tratos del PSOE con ERC también se malogra la investidura y, muy probablemente, la carrera política del actual presidente del Gobierno en funciones y líder del PSOE. Salvo que, como le dijo Inés Arrimadas en su desapacible encuentro de hace unos días, aproveche la ocasión de pasar a la historia “como un hombre de Estado” y, siguiendo la vía 221 (PSOE+PP+Cs), plante cara al independentismo y se recueste en los partidos constitucionalistas para gobernar en minoría.
Me cuentan en el entorno de Sánchez cuál fue su respuesta: «Es que Pablo Casado no quiere». Tan elocuente como la réplica de Arrimadas: «Ya, pero ¿quieres tú?».
La otra opción, y ya no quedan más, es la repetición electoral. Serían las quintas elecciones generales en poco más de cuatro años. Sánchez no quiere ni verlas. Lógico. Porque sería su destronamiento definitivo. Si no lo empujan antes los afiliados, lo empujan después los votantes. Pero siempre le quedaría un puesto en Europa, en la Comisión o en el Parlamento, que es en lo que ha pensado si vienen mal dados los acontecimientos que están al caer.
Atentos a la pantalla.