Nacho Cardero-El Confidencial
- Se levanta todos los días en Moncloa, se mira al espejo y se ve en el cargo de presidente del Gobierno ‘ad aeternum’, como si el paso del tiempo no fuera con él
En su primer día en la granja, el pavo comió a las nueve de la mañana. Al tratarse de un pavo inductivista, decidió no sacar conclusiones precipitadas y esperar a los días siguientes para comprobar que se trataba de una constante. Necesitaba de una amplia muestra de observaciones recogidas en muy distintas circunstancias, martes, miércoles, jueves, días calurosos de verano o fríos de invierno. Al final, llegó a la conclusión de que, efectivamente, siempre le daban de comer a las 9:00. Hasta que llegó la víspera de Navidad. Aquel día no comió a la hora esperada. De hecho, ya no volvió a comer jamás. El pavo acabó como plato principal de la cena de Nochebuena. Con esta anécdota, Bertrand Russell pretendía demostrar que el hecho de que se den muchos resultados idénticos en el presente no significa que se vayan a dar en el futuro.
A Pedro Sánchez le ocurre lo mismo que al pavo inductivista. Se levanta todos los días en Moncloa, se mira al espejo y se ve en el cargo de presidente del Gobierno ‘ad aeternum’, como si el paso del tiempo no fuera con él. Como muestra, la entrevista con Ferreras, donde adelantó su intención de agotar la legislatura y presentarse «humildemente» a las primarias del PSOE para ser candidato y revalidar su cargo al frente del Ejecutivo.
A Sánchez le ocurre como al pavo inductivista. Se levanta, se mira al espejo y se ve en el cargo de presidente del Gobierno ‘ad aeternum’
Pacta las principales medidas de la legislatura con las formaciones enemigas de España, véase ERC y Bildu, indulta a los presos condenados por el ‘procés’ apoyándose de forma exclusiva en la utilidad pública, destituye a la directora general del CNI a petición de los independentistas, se levanta por la mañana a las 9:00 y aquí no pasa nada.
Que el poder judicial no le gusta, pues limita sus funciones; que el Tribunal Constitucional dicta sentencias que no coinciden con sus intereses, pues las esconde bajo la alfombra; que el Instituto Nacional de Estadística da mayor inflación de la que el Gobierno quisiera, pues se cambia a su director hasta dar con alguien que cuadre los números. La táctica ha sido probada con el CIS y otras instituciones y funciona. Nadie alza la voz. Todo sigue igual.
Que ha habido una pandemia que ha provocado más de 100.000 muertes (cerca de 150.000, según otras estimaciones no oficiales), dos estados de alarma declarados inconstitucionales y un sistema sanitario que pensábamos que era de los mejores del mundo y que ha reventado por las costuras, pues pelillos a la mar. ¿Se han tomado medidas para evitar que se vuelva a producir? Nada. Lo único que ha hecho el Gobierno es empaparse de la filosofía de Unidas Podemos y demonizar la Sanidad privada.
El presidente vaticina un verano como nunca: con hordas de turistas llegando y tirando de chequera como si se fuera a acabar el mundo
En economía, misma canción. La inflación se dispara por encima del 10% por primera vez desde 1985, el poder adquisitivo de las familias se ve reducido de forma alarmante, el PIB se estanca y la prima de riesgo vuelve a retrotraernos a tiempos que preferimos olvidar. ¿Entonan el mea culpa? Tampoco. El Gobierno se escuda en la invasión de Ucrania. Lo dice como si la falta de reformas estructurales, el quilombo diplomático con Argelia y la errática política en transición ecológica no tuvieran nada que ver.
Sánchez se levanta a las 9:00, se mira en el espejo y se sigue viendo presidente del Gobierno. Vaticina un verano como nunca otro, con hordas de turistas llegando a España y tirando de chequera como si se fuera a acabar el mundo mañana, una orgía del gasto que servirá para reactivar nuestra maltrecha economía, que se comportará mejor que la de nuestros vecinos europeos gracias al sector terciario. Y así, ‘piano piano’, la opinión pública se irá olvidando de la pérdida de renta disponible, igual que se ha olvidado de las decenas de miles de muertos por el covid o se está olvidando de la guerra, que los acontecimientos, igual que las crisis, se van superponiendo unos a otros hasta no saber dónde estamos.
Una estrategia que confía buena parte de su efectividad al sistema clientelar que el Gobierno ha ido abonando en el campo mediático-empresarial, apoyándose en la debilidad económica de los actores y en el reparto de los fondos europeos.
Pero los éxitos de Sánchez, como ha sido el caso de la cumbre de la OTAN, son cada vez más efímeros y sus problemas, más profundos. Unos problemas que están lejos de encontrar respuesta en el ‘manual de resistencia’ del presidente del Gobierno, pues le trascienden. Basta con recordar lo ocurrido en la crisis del petróleo del 73.
Porque el destino de Sánchez, lo quiera o no Sánchez, está escrito en Facebook, propiedad de Meta, uno de los GAFA o amos del universo. Cuando el presidente del Gobierno dice que «hay que prepararse para cualquier escenario», uno no sabe muy bien a qué atenerse. Pero cuando es Zuckerberg quien anuncia, en un comunicado interno desvelado por Reuters, que va a tener que recortar sus objetivos de contratación de ingenieros en al menos un 30% este 2022 y advierte a todo el personal sobre la necesidad de prepararse para una fuerte recesión económica, es que el invierno está cerca.
La barra libre de liquidez ha tocado a su fin y vienen tiempos duros, tal y como vaticinan los principales servicios de estudios del país. En puridad, no sabemos cuándo comenzará dicho invierno. Lo que sí sabemos es que no durará un ejercicio, sino varios, y que con el invierno llega la Navidad, y con la Navidad, la cena de Nochebuena, pavo de Russell incluido.