EL PAÍS 16/03/17
EDITORIAL
· España necesita un Partido Socialista estable y capaz de volver al Gobierno
El futuro de los socialistas se va a decidir en unas elecciones primarias y un congreso que tendrán lugar en un momento de extrema dificultad. La relevancia del PSOE para la vida política significa que sus militantes van a dilucidar algo más que una batalla por el poder interno de un partido: van a tomar decisiones que afectan seriamente al futuro de España. De este proceso tiene que salir un PSOE eficaz, centrado, moderado y reformista, que lejos de convertirse en una fuerza asamblearia debe reconstruirse como organización dispuesta a aprender de sus errores, huir de los tacticismos y la búsqueda de aplausos fáciles y servir a la sociedad. Tiene que salir un PSOE capaz de darle a su definición de izquierda un sentido práctico, comprensible y útil en la segunda década del siglo XXI, no una pose teatral y defensiva que sirva únicamente para la autosatisfacción en la derrota.
Con el anuncio de Susana Díaz de concurrir a las primarias a la secretaría general se abre la campaña interna, ya iniciada tanto por Patxi López como por Pedro Sánchez. Los tres deberían comprometerse a practicar un juego limpio y a evitar la descalificación de los rivales basada en prejuicios y lugares comunes. Les toca demostrar que se han alejado de los conflictos maniqueos que dominaron la vida del partido el año pasado, llena de intentos de reducir la realidad a un enfrentamiento entre buenos y malos, cuando debajo de todo eso yacían la desafección y el desconcierto de parte de sus votantes, como se comprobó en las derrotas sufridas en las dos elecciones generales anteriores.
Es evidente que el conjunto de la socialdemocracia europea se encuentra en un momento de indefinición y crisis. Pero no se le puede pedir a este proceso de primarias y congreso una respuesta definitiva a esa crisis. No se trata ahora de eso, sino de situar al partido en el camino de volver al Gobierno. Los candidatos deben ofrecer a la sociedad —y no solo a los militantes— la fuerza, la ilusión y las ideas que permitan trazar una hoja de ruta creíble y viable. Y decimos a la sociedad y a los militantes porque no se puede entender a estos últimos como un reducto purista alejado de los intereses comunes de los ciudadanos. Entenderlo así es un desprecio a la historia de este partido y un gravísimo error con vistas al futuro.
Por otra parte, la sociedad no quiere peleas, sino escuchar propuestas en materia presupuestaria, contra la precariedad y la desigualdad o en la forma de hacer sostenible el Estado de bienestar. Sin duda espera que le hablen de la solución al problema territorial de España. No menos importante es la relación con el conjunto de Europa, y más en el escenario de incertidumbre internacional actual. De todo eso, y de la protección de los derechos y libertades de los ciudadanos, es de lo que los socialistas deberían debatir, sin dejarse llevar por apasionamientos que a nada conducen, salvo al descrédito de su propia marca electoral.
Es importante que el proceso no se cierre en falso, como ocurrió en ocasiones anteriores. Son demasiados los años de divisiones y debilidad, que han llevado a una profunda hemorragia de votantes y al alejamiento de muchos militantes. Toca ahora recuperarlos y abrirse a la sociedad.
El proceso de primarias y la preparación del congreso tampoco debería afectar a la dinámica parlamentaria del Grupo Socialista. La política no puede entrar en un impasse a la espera de que los socialistas resuelvan sus problemas internos. En todo caso, sobran pesimismos a la hora de juzgar su situación, como si el Partido Popular o Podemos atravesaran sus horas más boyantes. Eso está lejos de ser cierto. Recuperar la confianza y enderezar el rumbo debe ser ahora el acicate del PSOE para reconstruirse como la alternativa reformista que necesita España.