El futuro del PSOE pasa por frenar la deriva del PSC

EL MUNDO 07/11/16
EDITORIAL

LASTRADO por su declive electoral y la creciente polarización de la política catalana, el PSC sigue sin encontrar la fórmula que le permita volver a ocupar la centralidad política en Cataluña. Durante el congreso celebrado este fin de semana, el PSC ha evitado cuestionar su relación con el PSOE, que se remonta al protocolo de unidad rubricado entre ambas formaciones en 1978. Sin embargo, la ponencia política que han sacado adelante los socialistas catalanes contiene varios puntos de difícil digestión para Ferraz. Especialmente, dos de ellos: el reconocimiento de Cataluña como nación y la estrategia de pacto con Ada Colau.

Miquel Iceta, que fue proclamado primer secretario del PSC tras imponerse en las primarias del 15 de octubre, llamó a los dirigentes de su partido a «coser» la formación. Es el mismo verbo que utilizó Susana Díaz después de la defenestración de Pedro Sánchez, quien siempre contó con el apoyo del líder de los socialistas catalanes. Esta apelación a la unidad del PSC llega en un momento en el que se ha vuelto a agitar el fantasma de su escisión o incluso la ruptura con el PSOE.

Acierta Iceta cuando aboga por un PSOE «más próximo» a los jóvenes y cuando reclama un proyecto nacional que permita dar cabida a las distintas sensibilidades del territorio español. Sin embargo, ésto último es incompatible con cualquier proyecto que pase por reconocer a Cataluña como «una nación dentro de un Estado plurinacional», tal como exige el PSC. La resolución aprobada defiende la construcción de una «República federal, democrática y social que agrupe al conjunto de los pueblos de España». Es un brindis al sol impropio de un partido maduro y con vocación de gobierno como el PSC. Y es precisamente esta semántica ambigua la que ilustra la indefinición del proyecto político del socialismo catalán, lo que constituye uno de los principales lastres del PSOE. Tal falta de determinación no está a la altura de las actuales circunstancias. El desafío soberanista en Cataluña, extraordinariamente grave en la medida que aboca a la Generalitat a una colisión frontal con la legalidad, exige la cohesión de los partidos catalanes ajenos a la órbita nacionalista. Y los socialistas catalanes, pese a sus veleidades, aún están a tiempo de sumarse a un dique de contención frente a las fuerzas independentistas, cuya declarada voluntad de desobedecer la ley no puede esperar una respuesta tibia.

La renuncia a la celebración de una consulta a la canadiense–algo que los socialistas catalanes sí aceptaron en el pasado–, y la elección de Nuria Marín, alcaldesa de L’Hospitalet –la segunda ciudad de Cataluña– como número dos del partido pueden interpretarse como dos guiños inequívocos al sector menos catalanista del PSC. En todo caso, su propuesta central a la hora de articular una salida al atolladero catalán sigue siendo la reforma federal, una noción tan difusa como inconsistente. Porque ni el PSC ni tampoco la dirección federal socialista han sido capaces nunca de concretar exactamente en qué consistiría esta reforma, ni tampoco qué avances supondría con relación al actual Estado autonómico, que es el marco que aspiran a desbordar los secesionistas.

El PSC ha pasado de 42 diputados autonómicos en 2003 a los 16 que conserva en la actualidad. El colofón a esta deriva sería trazar una alianza con Colau y la extrema izquierda de cara a los próximos comicios catalanes. Que el PSC apueste por esta confluencia, además de erosionar la autonomía de su perfil político, supondría alimentar el populismo. Justo lo contrario de lo que pretende la nueva dirección del PSOE. De ahí que en estos momentos se imponga más que nunca la necesidad de tender puentes entre el PSOE y su partido gemelo en Cataluña, en aras de evitar un divorcio que perjudicaría a ambas partes.