ABC-ISABEL SAN SEBASTIÁN

Mientras nos distraen con el difunto, el sistema de pensiones semeja cada vez más una estafa piramidal en la que nos va la jubilación

NO se trataba de la Educación, ni de la revolución tecnológica, ni tampoco de la investigación, anclada desde antaño en el unamuniano «que inventen ellos». No se referían a salir de la irrelevancia internacional o al menos a consolidar un crecimiento económico que, por primera vez en lustros, nos había situado a la cabeza de la Unión Europea. No. El «futuro» del que nos hablaban murió hace cuarenta y cuatro años en su cama. El «futuro» al que era menester mirar con ilusión lleva enterrado cuatro décadas, durante las cuales España ha experimentado una evolución prodigiosa que algunos ansían revertir cuanto antes. El «futuro» era Francisco Franco. Un fantasma sin el cual no parecen saber vivir.

El protagonista de esta campaña será el espectro del dictador, cuyos restos mortales componen el estandarte del PSOE. La exhumación de esos huesos se ha convertido en el único triunfo tangible al que aún puede aspirar Pedro Sánchez, toda vez que ha fracasado en cada una de las metas que se marcó a sí mismo al presentar su moción de censura contra Rajoy. Ni ha frenado a los golpistas catalanes (antes al contrario, están más envalentonados que nunca), ni ha tumbado la reforma laboral (afortunadamente para los trabajadores), ni ha erradicado la corrupción y las corruptelas (ostenta el récord absoluto de estrechos colaboradores titulares de sociedades destinadas únicamente a pagar menos impuestos), ni mucho menos ha hecho gala de más «decencia» (por emplear su expresión) que su predecesor. De hecho, no recuerdo a un presidente de Gobierno pillado en más flagrantes mentiras en solo ocho meses de mandato.

De todas las promesas hechas con la fatua solemnidad que le caracteriza, la de expulsar a Franco del Valle de los Caídos es la única que tal vez pueda cumplir antes de que las urnas dicten su veredicto. Y a juzgar por el énfasis que ponen en ella sus televisiones amigas, es de suponer que lo hará. Cuando el general haya sido desalojado de su actual sepulcro, si es que finalmente así es, acaso nos sea dado devolverle al feliz olvido en el que estaba antes de que el revanchismo lo sacara de su sueño… o no. Porque una «resurrección» de semejante calado produce efectos en cadena de magnitud incalculable, que tienen nombre y también siglas.

En todo caso, mientras nos distraen a placer con el insigne difunto, el sistema de pensiones semeja cada vez más una estafa piramidal en la que nos va la jubilación. Y por más que para Sánchez el futuro sea Franco, para una gran mayoría de españoles el suyo y el de sus hijos pesa más en la preocupación, ya que se trata de un porvenir sombrío donde los haya. Más de cien mil millones de déficit arrastra a día de hoy ese mecanismo obsoleto, enfrentado a la demografía, que únicamente subsiste a base de voluntarismo y créditos. No hay partido político que se atreva a ponerle el cascabel al gato, hasta el punto de que incluso las tibias reformas introducidas en su momento por el PP con el fin prolongar unos años su sostenibilidad han sido rechazados por la izquierda «progresista», cuyo modelo económico consiste en garantizar «derechos sociales» subiendo impuestos a «los ricos». O sea, la gallina que acaba en ruina. El Pacto de Toledo ha encallado y todo sigue como estaba, abocado a la quiebra… pero Franco será exhumado del valle de los Caídos. O no.