EDITORIAL EL MUNDO – 23/01/16
· España es hoy un país bloqueado políticamente después de la inesperada decisión de Mariano Rajoy de rechazar presentarse como candidato a la investidura. Tras recibir ayer a Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, Felipe VI le había ofrecido esa oportunidad al entender que era el líder de la lista más votada y quien debía ser el primero en intentarlo. A pesar de lo que había manifestado anteanoche, el presidente del PP declinó la oferta, alegando que carece del suficiente respaldo parlamentario para intentarlo. «Hay una mayoría absoluta de al menos 180 diputados en mi contra», subrayó Rajoy en su comparecencia ante los medios.
Es cierto que el intento de Rajoy estaba condenado al fracaso, pero es dudoso que haya acertado en su decisión de ganar tiempo y dejar a Pedro Sánchez que negocie con Podemos para formar un Gobierno con mayoría parlamentaria.
Es probablemente un error porque, como el mismo presidente comentó, «la gente ha votado a un partido y a un candidato» y todos debemos «respetar la democracia». Por eso, creemos que Rajoy debería haber aceptado el reto y haber subido a la tribuna del Congreso, asumiendo las altísimas probabilidades de ser derrotado.
Su aceptación de acudir a la investidura hubiera sido una ocasión propicia para defender la necesidad de un Gobierno estable, apoyado por el PP, el PSOE y Ciudadanos, que, a nuestro juicio, sigue siendo la mejor alternativa para afrontar los graves problemas que tiene este país. Su gesto no cambia nada al respecto.
Para justificar este giro, Rajoy recurrió a la oferta de un Gobierno de coalición efectuada por Pablo Iglesias a Pedro Sánchez, que sí contaría con posibilidades de alcanzar una mayoría parlamentaria. Pero el argumento es discutible porque también existen serios obstáculos para llegar a ese acuerdo.
Ello quedó patente ayer tras la comparecencia ante los medios del líder de Podemos, que montó un verdadero espectáculo para explicar su oferta al PSOE. Iglesias exigió un plan de choque urgente contra la exclusión social, medidas contra la corrupción, la reforma de la Justicia y del sistema electoral, la reversión de las privatizaciones y el nombramiento de un presidente independiente al frente de TVE.
Todo ello podría ser asumible para el PSOE, ya que incluso Iglesias no mantuvo como condición sine qua non la consulta en Cataluña, que dejó en segundo plano sin renunciar a defenderla. Pero lo que irritó a Sánchez y los dirigentes socialistas fue sin duda el tono de autosuficiencia y de prepotencia de Iglesias, que incurrió en la provocación de distribuir las carteras ministeriales del nuevo Gobierno entre sus colaboradores sin antes hablar con el secretario general del PSOE. Se atribuyó el cargo de vicepresidente y sus expresiones no dejaban dudas de que él es quien pretende mandar en ese hipotético Gabinete.
El colmo de la provocación a Sánchez llegó cuando Pablo Iglesias enfatizo que si el líder socialista es presidente lo será por «una sonrisa del destino que siempre tendrá que agradecer». Le faltó decir que esa «sonrisa del destino» es él.
Diversos dirigentes del PSOE como Rubalcaba y Madina expresaron anoche su absoluto rechazo a la oferta de Iglesias, que tacharon de «humillante» y «provocadora». Mucho más cauto se mostró Pedro Sánchez que declaró que su partido está condenado a pactar con Podemos.
«Los votantes del PSOE y Podemos no entenderían que Iglesias y yo no nos entendiéramos», afirmó tras asegurar que está dispuesto a iniciar esa negociación.
Pero Sánchez marcó sus distancias al defender que debe ser Rajoy quien lo intente (todavía no conocía su renuncia) y al señalar que la negociación debe realizarse sobre programas y no sobre personas.
«He salido del encuentro con el Rey y, por lo que he visto en los medios, tengo ya todos los ministros y ministras nombrados», apuntó el aspirante socialista con ironía. No faltará quien interprete hoy que la oferta de Podemos estaba cuidadosamente pensada para obligar al PSOE a rechazarla, ya que la estrategia de Iglesias pasaría por unas nuevas elecciones, según piensan muchos analistas.
Habrá que ver la evolución de los acontecimientos en los próximos días, pero en estos momentos el acuerdo entre PSOE, Podemos e IU, con el probable respaldo del PNV y la abstención de ERC y Convergència, parece la opción más probable. De hecho, ayer tanto Iglesias como Sánchez anunciaron que están dispuestos a reunirse este fin de semana para impulsar el proyecto.
Tenemos que insistir en que esta alternativa sería muy mala para este país por tres razones. La primera es que Podemos defiende un fuerte incremento del gasto público y medidas que provocarían una caída de la inversión y una gran inestabilidad en los mercados. La segunda es que su programa político agudizaría la fractura ya existente en la sociedad española con medidas demagógicas como las que han adoptado los ayuntamientos de Madrid y Barcelona, donde gobierna la formación de Iglesias. Y la tercera es que Podemos sigue sin renunciar al derecho a decidir, de suerte que ayer propuso un «Ministerio de Plurinacionalidad», con una persona cercana a Ada Colau al frente de esta cartera.
Sánchez tiene muy complicado un pacto que suscita el recelo de sus barones, especialmente de Susana Díaz, cuyo discurso sería muy poco creíble si consiente esta alianza en la que Iglesias ya ha dejado muy claro que el PSOE tendrá que ceder en asuntos esenciales.
La Casa del Rey anunció anoche que el Monarca va a reanudar las consultas el próximo miércoles. Todo indica que tendrá que proponer a Pedro Sánchez para la investidura, pero el PSOE aseguró que no dará ningún paso hasta que Rajoy renuncie oficialmente a ser candidato, lo que bloquea cualquier avance para lograr un acuerdo de gobierno.
Por el contrario, Rajoy insistió que mantiene su candidatura y que no desiste en recabar apoyos. Arremetió contra Sánchez, al que recriminó por su negativa a entablar el diálogo, y sugirió que él se va a seguir moviendo para formar ese Gobierno estable. «No renuncio a nada», señaló. También se negó a aceptar la posibilidad de que otro candidato del PP tome su relevo, invocando la voluntad de los electores.
Pero lo cierto es que el presidente ha perdido la iniciativa política, que ahora ha pasado a manos de Sánchez e Iglesias.
Si anteayer decíamos en estas páginas que todo estaba abierto y que era imposible predecir el desenlace de esta compleja situación, la afirmación sigue siendo hoy valida. Hay que insistir en que estamos en una peligrosa e indeseable situación de bloqueo, que deriva de la incapacidad de los cuatro grandes partidos de llegar a acuerdos. Y eso no es bueno para un país que necesita un Gobierno para consolidar una situación económica que podría deteriorarse a corto plazo.
Seguiremos defendiendo lo que creemos mejor para España, que es un acuerdo de gobernabilidad o una coalición que sostenga a un nuevo Ejecutivo comprometido con la defensa de la unidad de España y los valores consagrados en la Constitución.
EDITORIAL EL MUNDO – 23/01/16