Juan Carlos Girauta-ABC
- Podemos, o como se llame, y una parte del PSOE han rescatado el ‘No a la guerra’: quieren repetir la estrategia de 2002-2004
A ver cómo se las apaña el mundo ñonguiprogre para endosarle al PP la guerra que viene. Quizá no merezcan atención las querellas domésticas cuando puede desencadenarse un conflicto armado brutal en plena Europa. Brutal porque, si llega, los rusos encontrarán un país que se juega la soberanía y que tiene un cuarto de millón de soldados preparados y dispuestos. Si Putin comete el error de atacarlo, Ucrania se defenderá con todos los medios a su alcance aunque sus supuestos aliados le fallen. Algo seguro con la UE dada la dependencia alemana del gas ruso y la naturaleza política de esa gran decepción llamada Macron. Si Alemania y Francia apuestan por el ‘appeasement’, eso dará de sí el gran club del bienestar y de los valores. Declaraciones. Y así seguiría siendo aunque la UE fuera lo que no es, tuviera un Mr. PESC con algún poder y su opinión pública no hubiera perdido el sentido de realidad para entregarse a sus juegos identitarios, a sus perspectivas de género y a su milenarismo climático.
Con todo, pese al peligro extremo, el morbo de los fantasmas familiares nos puede y no vemos el día de comprobar cómo salen de su laberinto el Gobierno de progreso y los palmeros de regreso, con la cohorte de titiriteros y la tropa de agradaores repitiendo consignas de gabinete chorra. Podemos, o como se llame, y una parte del PSOE han rescatado el ‘No a la guerra’, jugadita de fácil interpretación: quieren repetir la estrategia de 2002-2004. En una gala de los Goya de infausto recuerdo cabe situar la caída de la máscara sagastina de Zapatero, que dejó a la vista a un predador político, a un demagogo sin escrúpulos. El ‘No a la guerra’ y el ‘Nunca mais’ fueron el disparo de salida del neocainismo español. Pero entonces se trataba de acabar con Aznar. Reeditar dicho plan exige poner al Gobierno contra sí mismo. Y sí, de hecho ya lo está. De ahí que Sánchez no tenga la menor posibilidad de comerse una rosca como aliado fiable, por muchas sesiones de teléfono falso y morritos que nos venda. ¡Ay, este mundo globalizado! Quién pudiera imponer lo que se lee en España y lo que no, ¿verdad presidente? Así no hay manera, cualquiera te saca el papelito de la Casa Blanca que demuestra tu insignificancia y desbarata tus aldeas Potemkin.
Dicho lo cual, a Sánchez le queda una baza para mantenerse en esa tierra de nadie, en ese estar y no estar con EE.UU. y la OTAN: la somnolencia de Biden. La carencia de atención y de concentración que lleva al presidente favorito del progrerío español -después de Obama- a enseñar sus cartas delante de la prensa antes de empezar la partida de póquer. Ahora todo el mundo sabe que el otrora imperio americano está dispuesto a permitir una ‘intervención limitada’ de los rusos en Ucrania sin interrumpir la siesta. Con lo que se pueden poner todos de perfil: Biden, Macron, Scholz, Von der Leyen, Borrell.. y Sánchez por en medio.