JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS-El Confidencial
- No se conoce que un dirigente político español, salvo Iglesias, haya escrito que el Gobierno alemán es uno de los «problemas para la democracia en Europa»
En el mismo periódico —’La Vanguardia’— en el que el pasado domingo Pedro Sánchez sostenía que el “pacto PSOE-UP no está en cuestión”, se publicaba, este lunes, una crónica de Pedro Vallín, seguramente uno de los periodistas mejor informados de lo que ocurre en el partido morado, bajo el título “Iglesias, los sapos y las flemas”. Se contaba en el relato que “la apuesta de Podemos por estabilizar el Gobierno y la legislatura enoja a sus bases que temen renuncias nucleares”, advirtiendo, no obstante, que “los morados balancean logros como el IMV y el diálogo social con cesiones en ámbitos de Economía y Hacienda”.
Es muy posible que el presidente del Gobierno no cuestione su pacto con UP. Tampoco le va mal con Podemos e Izquierda Unida. Sobre todo porque ha ganado mucho margen con la sustitución de ERC por Ciudadanos, cuyo portavoz parlamentario, Edmundo Bal, llamó este domingo desde las páginas de ‘El Mundo’ a que el PP se incorporase a la negociación del Presupuesto, instando al Ejecutivo a que no convoque la mesa de diálogo con la Generalitat pactada con los republicanos.
El portavoz naranja no anda descaminado. Ya califiqué la tal mesa como de la “autopsia” del ‘procés’ (25 de junio pasado) porque no va a haber manera de sentar a Torra y representantes de los dos partidos de su Ejecutivo, no tanto porque Moncloa no lo desee —que sí lo desea, aunque para propósitos muy menores respecto de los que pretenden los independentistas— sino porque hay una pelea insuperable entre ERC y JxCAT, en cuyos intersticios se ha colado el muy interesante Partido Nacionalista de Cataluña de Marta Pascal.
El pacto PSOE-UP lo cuestiona la oposición, aunque eso, a efectos prácticos, importa poco porque la derecha no es una alternativa con capacidad de moverle la silla a Pedro Sánchez. El cuestionamiento de la coalición es interno. O aguantan las costuras de los morados, o no aguantan. Porque se les están imponiendo, más allá de lo que ellos podían suponer, los criterios del PSOE de Sánchez en todas las materias sensibles. Incluso en las que se atribuyen méritos los de Iglesias: el IMV lo ha elaborado José Luis Escrivá; las leyes propuestas por la ministra de Igualdad, Irene Montero, quedarán por completo retocadas (¿irreconocibles?) en el debate parlamentario; las renuncias de UP en las conclusiones de la comisión de reconstrucción son de gran calado (reforma laboral e impuesto a los ricos) y la situación procesal del secretario general de Podemos es, como se sabe, muy comprometida a propósito de unos hechos que, en principio, no conciernen a la política aunque así han terminado connotados. Esperemos a las decisiones judiciales en ese asunto.
Pero hay un punto clave: estamos viviendo —más aún después de la derrota del partido de Macron en la segunda vuelta de las municipales celebradas el domingo en Francia— en una Europa alemana, bajo el liderazgo indiscutible de Angela Merkel, una socialcristiana con credibilidad en la izquierda. Ese contexto es el peor de todos los posibles para Iglesias aun en la certeza de que el comportamiento germano en la crisis del covid-19 nada tiene que ver con el que mantuvo en la financiera de 2008.
El secretario general de Podemos escribió en 2015 el prólogo al libro ‘El arenque de Bismark’, de Jean-Luc Mélenchon, en la actualidad el representante de la extrema izquierda gala, un personaje populista procedente de las filas del PSF. El libro del político francés (Editorial El Viejo Topo 2015) es un ataque por tierra, mar y aire contra la Alemania de la austeridad que embridó la deriva disidente contra la UE del primer Gobierno de Tsipras. Y el prólogo de Iglesias, ahora vicepresidente segundo del Gobierno, abunda en la tesis del autor.
Escribe el líder de Podemos: «Era necesario que un socialista dijera alto y claro que el SPD se ha convertido en un apéndice de la CDU de Merkel. Era necesario que un socialista dijera que François Hollande se ha dejado clavar la espina del arenque bismarckiano, humillando la dignidad de Francia (…) era necesario que un socialista denunciase que el Gobierno alemán ha intentado derrocar al Gobierno griego de Syriza y a su presidente (…)».
Iglesias atribuye a la democracia alemana las peores lacras: “Algunos reconocen esta ausencia democrática [de Alemania] cuando preguntan a Podemos, si ganara las elecciones, ¿podríais decirle no a Alemania?”. A lo que el dirigente populista se contesta. “La propia pregunta señala uno de los principales problemas de la democracia en Europa: el Gobierno alemán”. Otros pasajes de este interesante prólogo al libro de Mélenchon situarían al vicepresidente segundo del Gobierno en una posición imposible ante, justamente, la Europa alemana que denigra, que es la que se está imponiendo y cuyo Gobierno apadrina como ningún otro los intereses de España. Porque sería entendible criticar un episodio gubernamental germano, pero tildar al Gobierno de la República Federal como problema para la democracia es un exceso difícil de reconducir.
Sí, el Gobierno está en cuestión. No en la intención —aparente— de Sánchez ni porque lo pretenda remover la oposición. Si no porque sus socios minoritarios cabalgan tantas y tan grandes contradicciones que más que tragarse sapos deben comulgar, desde su lógica ideológica, con ruedas de molino. Y quizá su metabolismo no esté preparado para una digestión tan pesada.
PD. Grecia se ha salvado y en las elecciones generales de julio de 2019 Syriza cedió el Gobierno a los conservadores, que obtuvieron mayoría absoluta.