Editorial El Mundo
ACABADO el largo periodo electoral que ha tenido bloqueada la política española –tanto la parlamentaria como la presupuestaria–, se abre un incierto tiempo de negociación para llegar a acuerdos en el Gobierno central, en los autonómincos y en los municipales. La nueva realidad social y la mayor oferta de siglas han generado un panorama muy fragmentado que obliga necesariamente a los líderes a abandonar la actitud de descalificación y de abierto enfrentamiento para propiciar pactos responsables con la estabilidad como único horizonte. En las sucesivas elecciones que se han celebrado desde 2015, los ciudadanos se han manifestado de manera similar, descartando las mayorías absolutas y el bipartidismo y exigiendo un entendimiento transversal, que supere también la división en bloques ideológicos.
Los comicios del pasado domingo pusieron de manifiesto, además, dos elementos que no se deben pasar por alto a la hora de conformar mayorías estables. En primer lugar, la pérdida de apoyo electoral de las propuestas más radicales. Podemos, por un lado, ha malversado gran parte del respaldo de sus votantes y las principales ciudades en las que gobernaba. Y Vox, tras una prometedora irrupción en las andaluzas, se ha desinflado hasta el punto de no contar con la suficiente fuerza como para imponer condiciones en las comunidades y ciudades en las que se necesitan sus votos para formar mayorías. En este sentido, los tres partidos llamados a defender sin ambigüedades el marco constitucional –PSOE, Cs y PP– están obligados a llegar a acuerdos entre sí, en diferentes combinaciones según cada circunstancia concreta, con el objeto de evitar el chantaje de los populismos, tanto de izquierda como de derecha, así como del nacionalismo. Navarra es una buena piedra de toque: si el PSOE no pacta con EH Bildu y facilita el acceso al poder de la coalición Navarra Suma (UPN, Cs y PP), encarnará el espíritu que debería imperar en los pactos poselectorales. Corresponde al PSOE, claro vencedor tanto en las generales como en las autonómicas y municipales, tomar la iniciativa: ¿está realmente dispuesto a enderezar el rumbo seguido hasta ahora, marcado por el PSC y la elección de Podemos como socio preferente? ¿O sus llamamientos a la moderación encierran otra estratagema para justificarse?
Las elecciones del domingo también evidenciaron el preocupante avance del nacionalismo en el País Vasco –donde ganaron posiciones PNV y EH Bildu– y del separatismo en Cataluña. PP, Cs y PSOE han de tener claro que ese es el adversario al que deben combatir, y que solo la colaboración entre constitucionalistas evitará que quienes quieren destruir nuestra democracia tengan en su mano la llave de la gobernabilidad. El intenso ciclo electoral que se cerró el domingo debe abrir un tiempo de compromiso en defensa de la integridad territorial y el respeto a la ley.