El Gobierno está decidido a impedir la celebración de un nuevo simulacro de consulta secesionista en Cataluña. Los escenarios están todos previstos, desde el más rotundo al más suave. Y se han analizado también todas las posibilidades para evitar la confrontación, que sería, aseguran desde La Moncloa, inevitablemente gravosa para ambas partes. En este empeño, desde el Ejecutivo advierten de una posibilidad: profundizar el diálogo con el vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC, Oriol Junqueras.
La disposición de Junqueras, dicen en Moncloa, a enfrentarse con los «problemas reales» de los catalanes es mucho mayor que la que demuestran Carles Puigdemont o Artur Mas, obcecados en la meta «irrealizable» de la independencia.
Rajoy, en cualquier caso, no está dispuesto a cambiar de estrategia. El ofrecimiento al diálogo con la Generalitat se mantiene. La disposición a negociar 45 de los 46 puntos presentados por Puigdemont al presidente del Gobierno sigue en pie. Todo se puede discutir salvo la celebración de un referéndum que, según el Ejecutivo, choca de frente con los pilares fundamentales de la Constitución. «Ni puedo ni quiero», es la frase lapidaria con la que Rajoy despacha la demanda. «Y no cambiará de postura», advierten tajantes quienes conforman su círculo más estrecho en el Gobierno.
En este escenario, el presidente ha pedido a todos los ministros trabajar, aunque sea a fondo perdido, para establecer canales de diálogo. La pieza fundamental en ese empeño es la vicepresidenta, nueva ministra de Administraciones Territoriales. «Para eso precisamente la nombró», aseguran en Moncloa. Y Soraya Sáenz de Santamaría, fiel a los dictados de Rajoy, se centra en el empeño. Con una baza, interpretan en el Gobierno, a su favor: las opciones crecientes de Junqueras de ganar con claridad unas elecciones en Cataluña.
Junqueras demuestra, explican en Moncloa, una «visión mucho más realista» de las necesidades de los catalanes. No abjura del objetivo independentista, pero «parece comprender que en las condiciones actuales, sin apoyo exterior y en una situación económica agonizante, no es posible avanzar en ello».
El vicepresident se ha convertido en consecuencia en el interlocutor preferido por el Gobierno, que encuentra con él una onda de sintonía mayor que en Puigdemont o Mas. A esta reflexión se suma el hecho de que el actual presidente de la Generalitat se ha autodescartado ya como líder de futuro y Artur Mas está pendiente de una posible inhabilitación por la convocatoria de la consulta del 9-N.
Junqueras es en la actualidad el dirigente catalán que más contacto mantiene con Madrid. Sabe que lo que duele es la situación económica y que sin solución en este ámbito no hay futuro. Y Cataluña tiene graves problemas en este terreno.
Los contactos de Junqueras con el Gobierno central son fluidos. Santamaría, De Guindos, Montoro, De la Serna… En el Ministerio de Hacienda apuntan incluso que el diálogo a nivel técnico con la Generalitat es satisfactorio y califican de simple «intento de sisar» el dinero que se destina a objetivos distintos de los reglados por ley. «Saben que no podrían sobrevivir sin el Estado», aseguran desde el departamento. No obstante, aclaran que Montoro personalmente hace tiempo que no habla con el vicepresidente catalán.
En la esfera puramente política, en Moncloa advierten un claro ascenso de las posibilidades electorales de ERC frente al PDeCat. Este último un partido que ha abandonado buena parte de sus postulados primigenios y se encuentra sin liderazgo de futuro claro y sin más proyecto que la promesa imposible de la independencia.
Con estos mimbres, en Moncloa quieren aferrarse a la posibilidad de que un adelanto electoral sea finalmente el freno a la amenaza de convocatoria de un referéndum ilegal. Están convencidos de que unas elecciones otorgarían la victoria a ERC que, con Junqueras al frente, podría contar para gobernar la comunidad con el apoyo de Ada Colau, «un valor en alza aunque ciertamente impredecible», reconocen.
Apuntan no obstante que no existen contactos «secretos» aun cuando haya conversaciones que no se publiciten a diario. Aseguran que la estrategia de Gobierno se ha puesto negro sobre blanco desde el principio y se mantiene.
Sí admiten en Moncloa el hilo con Junqueras, con quien Santamaría se ha reunido ya en dos ocasiones; con los alcaldes de las cuatro capitales catalanas –que se dirigen al Gobierno para intentar solventar problemas que les acucian–, y con representantes destacados de la sociedad civil y del mundo empresarial. «Hay gente del sector más próximo al españolismo pero también afines al catalanismo moderado de siempre», explican en Presidencia.
Junqueras, en opinión de las fuentes consultadas en el Gobierno, «cuida su imagen e intenta captar ahora el voto que huye de la extinta Convergència amarrada por la CUP». La consideración que merece el vicepresidente de la Generalitat es clara: «Es independentista, pero mucho más pragmático que Mas».