Isabel San Sebastián-ABC
- Hagamos sonar las cacerolas para que sepan que no olvidamos y nos vengaremos en las urnas
El tándem Sánchez-Iglesias ataca a Madrid y los madrileños con mucha más virulencia de la que pone en combatir el Covid-19. Por tierra, mar y aire: decisiones arbitrarias de consecuencias ruinosas, señalamiento de supuestas deficiencias sanitarias ignoradas en el caso de otras comunidades, linchamiento mediático de sus dirigentes. El dúo de La Moncloa se ensaña con la región como si le fuera en ello la vida que, a decir de Carmen Calvo, dependía el pasado 8 de marzo de asistir a una manifestación convocada a sabiendas en pleno estallido de la pandemia. Y es que probablemente les vaya la vida política en ello. Y el horizonte judicial también. De ahí su empeño en desviar hacia el territorio que gobierna Isabel
Díaz Ayuso no solo la atención de un público harto de mentiras, abusos e inepcia, sino la culpa que les alcanza de lleno en ese llamamiento criminal sumado a otras negligencias susceptibles de acabar con medio Ejecutivo en la cárcel.
El PSOE y Podemos han puesto a Madrid en el punto de mira, no solo por ser la locomotora nacional y el principal bastión de la oposición popular al social-comunismo gobernante, sino para tratar de tapar su propio fracaso en la gestión, tanto como el de los separatistas de cuyo respaldo depende su permanencia en el poder. Los madrileños son castigados a permanecer encerrados, con el consiguiente coste económico, social y humano, a fin de que los catalanes no se queden solos en el escalón más bajo de eso que llaman «desescalada». Los vascos, eso sí, progresan de grado, porque quienes controlan el proceso han de amarrarse sus votos en el Congreso. ¿En base a qué criterios? Depende del día, del lugar y de la conveniencia de Pedro y Pablo, toda vez que no existe una única vara de medir, ni conocemos los nombres de los presuntos «expertos» en cuyas manos está nuestra libertad, ni se nos proporciona información pormenorizada susceptible de permitirnos comparar el nivel de exigencia aplicado a cada región. Todo es arbitrariedad, atropello, embudo. Y cuando, harta de discriminación, la presidenta amenaza con recurrir a los tribunales, se sacan de la mano un «informe», repleto de vaguedades, firmado tres horas después de que el epidemiólogo de cámara de la Presidencia, Fernando Simón, y el filósofo encargado de nuestra salud, Salvador Illa, anunciaran oficialmente nuestra condena a permanecer confinados.
El objetivo de La Moncloa es hundir Madrid y a los madrileños, empezando por quien con más valentía se atreve a plantarles cara: Isabel Díaz Ayuso. Todo vale contra ella y sus gobernados: desde la falsificación y posterior filtración de un documento destinado a desacreditarla (que debería haber provocado ya la destitución fulminante del consejero Alberto Reyero, de Ciudadanos) hasta la elaboración de una demencial pauta de conducta «ad hoc», en virtud de la cual se permite la apertura de mercadillos pero no de tiendas de Zara y se autorizan las visitas a la peluquería pero no a los hijos, sin olvidar la abyección protagonizada por Rafael Simancas, cabeza socialista de cartel perdedor reconvertido en correveidile de Adriana Lastra. «España tiene tantos muertos porque Madrid está en España», profirió en la Sexta ese resentido, cerrando el círculo de la infamia. Y no hubo quien le replicara.
Quién sabe qué nos espera si se prorroga un mes más esa patente de corso que es el estado de alarma, vigente a día de hoy gracias a Inés Arrimadas. Solo nos queda aferrarnos a la cacerola y hacerla sonar con fuerza, para que sepan que no olvidamos y nos vengaremos en las urnas.