La diana

Ignacio Camacho-ABC

  • Donde falta transparencia hay suspicacia. Sin criterios objetivos, el bloqueo de Madrid parece una decisión a la carta

En la sociedad moderna, donde no hay transparencia surge la sospecha. Por eso los criterios (?) con que el mando único maneja las fases del desconfinamiento están llenos de factores que mueven al recelo. El principal, el oscurantismo que rodea al presunto comité de expertos, cuyos miembros emiten informes a la carta y mantienen su identidad en secreto, quizá porque en realidad no es un grupo de científicos sino de funcionarios adeptos reunidos en la mesa camilla del rasputín del Gobierno. Esta malversación de la ciencia es el último de los desperfectos que el estado de alarma causa en una democracia sometida a coma cataléptico. Ya no se trata sólo de la limitación de derechos sino de que el poder invade hasta la independencia profesional de los médicos.

Es probable que existan motivos epidemiológicos para mantener a Madrid, verdadera zona cero de la crisis sanitaria, fuera de los requisitos de la «desescalada». El problema es que esas condiciones carecen de la precisión necesaria. El sanchismo ha convertido la prórroga de la emergencia en una subasta donde el método objetivo de decisión acaba subordinado al logro de una mayoría parlamentaria. El resultado de ese mercadeo de favores ha creado una brecha de agravios y suspicacias entre las regiones que avanzan de etapa y las que se han quedado rezagadas. La autonomía madrileña, principal bastión institucional del PP, se siente blanco de una campaña de propaganda y la ausencia de explicaciones claras del bloqueo ofrece fundamento a esa sensación de desconfianza. Sobre todo después del señalamiento explícito de Rafael Simancas, quien al dibujar sobre la CAM una diana ha demostrado que el sectarismo de la política puede arrastrar a cualquier persona razonable al pantano de la infamia.

El Gabinete de Sánchez lleva tiempo explorando el modo de escapar de su clamoroso fracaso. Moncloa cree haber encontrado esa vía en Madrid, al precio de desencadenar una reyerta a muertazos. A Díaz Ayuso le han aconsejado que aproveche el ataque, como los judokas, para proyectar su liderazgo, y una parte de la derecha sociológica se ha echado a la calle olvidando que cuando el adversario se equivoca no hay que interrumpirlo ni estorbarlo. La presidenta regional saldrá reforzada si logra esquivar las zancadillas internas de Ciudadanos pero su estrategia ofrece a la izquierda el flanco que buscaba para zafarse del estigma del ocho de marzo. Al aceptar el duelo ha permitido que el Ejecutivo organice lo que más le gusta, que es un debate trucado en el que su superioridad mediática pueda imponerse a base de argumentos bastardos.

Esta vez a Sánchez ni siquiera le importa que se le vean las cartas en la manga. Ni expertos, ni ciencia, ni leches: ya sólo vale su santa gana. Sabe que la partida de la pandemia la tiene mal aparejada y está dispuesto a reventarla aunque sea dejando al descubierto su propia trampa.