Tonia Etxarri-El Correo
Pedro Sánchez no es el más indicado para dar clases de coherencia
Los grandes partidos que concurren a las próximas elecciones del 10-N ya han enseñado sus cartas. Sus preferencias por aliarse con unos o con otros. Incluso, como el caso de Rivera, con unos y con otros. Menos Pedro Sánchez, que sigue enredado en el bucle de querer gobernar solo. Pidiendo a los demás que se aparten y no molesten. Una vez asumido que el panorama económico empieza a ofrecer síntomas de desaceleración y que la aventura de formar un gobierno coaligado con comunistas populistas, tras escuchar las advertencias de Bruselas, no es la mejor fórmula para garantizar cierta estabilidad en tiempos de borrascas, vuelve a dar un vuelco a su estrategia. Antes de la confrontación electoral, Rivera le ha hecho un regalo de última hora. Fin de su veto. El líder centrista liberal se resigna a asumir su papel inicial de partido bisagra renunciando a conquistar el liderazgo del centro derecha porque las encuestas le van diciendo que no tiene ninguna posibilidad.
Pero Sánchez se ríe de esta disposición al diálogo. La oferta de Casado para desbloquear una situación similar a la de abril, ni la escucha. Y, como si no tuviéramos memoria, asegura que él esta donde ha estado siempre. Lo dijo ayer en Barakaldo cuando presentaba a su compañera Idoia Mendia como candidata a lehendakari a unas elecciones autonómicas que aún no han sido convocadas.
Los retos de la representante de los socialistas vascos es «liderar Euskadi, recuperar Ajuria Enea». ¿Recuperar? Si en Ajuria Enea Patxi López fue lehendakari gracias a los votos del PP… Dejando a un lado el incómodo archivo, el poso que queda es el desprecio de Sánchez a cualquier ayuda de sus grandes adversarios. Solo espera de ellos una adhesión. Que nadie bloquee su paso triunfal a La Moncloa. Justamente lo que él le hizo a Rajoy en el 2016 con su famoso ‘no es no’. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos hasta el 10 de noviembre.
No es Pedro Sánchez el más indicado para dar clases de coherencia, precisamente. Ni a Rivera ni a nadie. Llegó a La Moncloa gracias, entre otros, a los independentistas cuyo proyecto político es la liquidación de la España de las autonomías. Hasta que en esta campaña, y a medida que se aproxima la fecha de la publicación de la sentencia del 1-O, se ha envuelto en la bandera de España. Sin molestar, eso sí, a uno de sus socios más leales y con quien comparte gobierno en Euskadi: el PNV. Busca ahora el voto de centro derecha, el de esos compatriotas constitucionalistas despistados en las últimas horas con la veleta de Rivera. Mientras Errejón calienta por la banda para pelearse, en su mismo terreno, con Iglesias por la izquierda, Sánchez va dando una de cal y otra de arena a los nacionalistas. No es la vuelta al consenso constitucional. Es puro cálculo electoral. La bandera de España es pura bandera de conveniencia mientras surca las procelosas aguas de la campaña electoral.
No se entendería de otra manera que en Cataluña, Iceta, con sus prejuicios a la hora de suscribir la moción de censura contra Torra, hoy vaya a dejar en evidencia su aproximación a los independentistas. Y que, en sentido contrario, en Navarra, María Chivite se haya desmarcado de sus socios nacionalistas para apoyar la petición de ‘Navarra suma’ de debatir la ley de símbolos y volver a situar la bandera foral en el lugar que le corresponde, sin compartir espacio institucional con la ikurriña, como ha venido ocurriendo en los dos últimos años. La anterior presidenta de Navarra, Uxue Barkos, facilitó, por norma, que la bandera vasca ondeara junto a la foral como un emblema institucional más de la comunidad. Ocurrió hace dos años. Y entonces, la gente se echó a la calle para protestar por lo que consideraba un atropello a los símbolos de la comunidad. Ahora, contra todo pronóstico y contra los intereses de sus socios de gobierno, María Chivite se ha sumado a la petición de ‘Navarra suma’ de debatir sobre la recuperación de la normalidad institucional de los símbolos. Es el panel de las conveniencias.
El discurso de Sánchez para Cataluña ahora es primero la ley, luego el diálogo. En el más puro estilo Rajoy y pensando en el electorado de Ciudadanos. Sus adversarios no creen que vaya a aplicar el 155 de la Constitución. Si hasta ahora ha gobernado gracias a los partidos que se oponían al 155… ¿qué margen tiene para aplicar una norma que le enemistaría con sus posibles socios? Con la bandera de España o sin ella, no le valdrá con ganar. Tendrá que pactar.