El gran negocio nacionalista

ABC EDITORIAL, 29/09/13

· Sólo los sectarios no ven que no es España la que roba a Cataluña, sino parte de su propia clase dirigente, aprovechando el ruido del conflicto con el Estado para esconder tras él sus negocios corruptos.

Mucho se ha hablado del régimen de corrupción descubierto en la gigantesca trama de los ERE falsos en Andalucía y de la responsabilidad política y legal de los dirigentes del PSOE en la expansión de esta red de malversadores. Sin embargo, la propaganda del nacionalismo catalán ha conseguido que los casos de corrupción que afectan principalmente a sus castas dirigentes no tengan la misma repercusión política y, sobre todo, el mismo juicio de responsabilidad que los recaídos en el caso de los ERE falsos. La nómina es larga. Ahí están los negocios de la familia Pujol, con Oriol Pujol imputado en la trama de las licencias de ITV y con su hermano Jordi investigado por inversiones sospechosas en el extranjero. En el caso Pallerols se desveló la financiación ilegal de UDC y el caso Palau lleva el mismo camino para Convergencia Democrática. Quizás una diferencia con el caso de los ERE falsos en Andalucía es que en el nacionalismo catalán casi todo es más familiar, como sucede con el cuñado de Artur Mas, Joan Antoni Rakonski.

La empresa de Rakonski, dedicada a servicios informáticos, facturó entre 2006 y 2009, un total de 5,3 millones de euros. Desde que su cuñado, Artur Mas, accediera al poder, la misma empresa facturó sólo entre 2011 y 2012 más de 320 millones de euros. La Oficina antifraude catalana lo está investigando. Este cuadro de corrupciones no es ajeno, en absoluto, a las motivaciones que animan el proceso separatista en Cataluña, contra el que hoy clama en ABC Juan Alberto Belloch. El nacionalismo tiende a rodear de impunidad a sus líderes mesiánicos por su tendencia a identificar el pueblo con el partido y la sociedad con el régimen. Atacar al líder, en definitiva, es «atacar a Cataluña», como dijo Jordi Pujol durante la investigación del «caso Banco Catalana». Y este mensaje funciona en las sociedades fuertemente condicionadas en su sentido crítico por causa de las subvenciones caciquiles y de la capacidad del nacionalismo para castigar con la marginación.

Sólo los sectarios no ven que no es España la que roba a Cataluña, sino parte de su propia clase dirigente la que lo hace, aprovechando el ruido del conflicto con el Estado para esconder tras él sus negocios corruptos. Y cuando la Justicia consigue levantar el velo de la impunidad, sus procesos se eternizan hasta diluir las responsabilidades en el paso del tiempo. Ambiciones tan supuestamente elevadas como la de conducir a un pueblo hacia su independencia deberían estar en manos, si no de políticos inteligentes, al menos de personas honradas.