José María Ruiz Soroa-El Correo

  • Sus resultados en Euskadi y Cataluña les impiden gobernar España por sí solas

Las derechas españolas -PP y Vox- tienen muchos problemas; el primero, probablemente, el de definir por lo menos su mínimo esencial de ideario político y social y, con ello, poder presentar a la sociedad una propuesta que no sea puramente negativa o reactiva. Pero ahora vamos a referirnos a otro; en concreto, a la diabólica situación electoral a que les someten ciertos datos del sistema territorial.

Para explicarlo, nada mejor que un contrafáctico. Que sería el de imaginar que Cataluña y País Vasco no formasen parte de España, y mantener invariables los demás datos de las pasadas elecciones: rl sistema electoral, la asignación de escaños por provincias y la composición del Congreso. ¿Qué sucedería? Expresado concisamente, que las derechas -PP y Vox- habrían obtenido mayoría absoluta y podrían gobernar sin dificultad coaligadas o de otra forma. Dicho de otra manera, son los peculiares resultados electorales catalanes y vascos, en los que las derechas españolas apenas logran escaños, los que provocan que ellas no alcancen la mayoría absoluta en el conjunto español. De hecho, sin Cataluña y Euskadi el país estaría normalmente gobernado por las derechas porque la misma situación se hubiera producido en las épocas de Zapatero y Rajoy, cuando la mayoría absoluta hubiera sido siempre del PP.

¿Los números? Verán. Catalanes y vascos aportan 66 diputados al Congreso. Si los suprimimos, este constaría de 284 escaños, lo que situaría la mayoría absoluta en 145. Al eliminar las circunscripciones vasca y catalana, las derechas españolas perderían 8 plazas, según los resultados de las pasadas elecciones, con lo que habrían obtenido 161 en total. Es decir, mayoría absoluta. Las izquierdas españolas -PSOE y Sumar- consiguieron 154, pero verían descontados 32 vascos y catalanes, con un resultado final para el Congreso reducido español de 122.

Expuesto en número de votos: las derechas nacionales obtuvieron en las legislativas 11.124.840 votos ciudadanos; las izquierdas, 10.764.000. Cercanos. Pero si restamos los votos vascos y catalanes, se dispara el tamaño de la horquilla entre ambas cifras, pues las derechas descuentan solo 725.023 votos, mientras que las izquierdas deducen nada menos que 2.122.826, con lo que el balance final es de 10.399.817 para las primeras y 8.691.174 para las segundas en ese ámbito español mutilado. La España resultante de la amputación está fuertemente escorada a la derecha.

Obsérvese que el efecto que produce la supresión de Cataluña y País Vasco del mapa no es el de una inversión de resultados en el eje ideológico: suprimidas o no, resulta que en todo caso las derechas ganan y las izquierdas pierden. No, lo que provoca la supresión de los ámbitos territoriales nacionalistas es que las derechas ganan por mayoría absoluta y no relativa; es decir, que pueden gobernar. Expuesto al revés, son sus pobrísimos resultados en esas comunidades lo que impide gobernar a las derechas por sí solas, y las somete a la necesidad de pactar con otras fuerzas.

Igualmente es de subrayar que esos votos que las derechas dejan de cosechar en esos ámbitos no van todos a las izquierdas españolas, sino que en gran parte van a las izquierdas y derechas nacionalistas. Por eso, el efecto sobre la gobernación depende de la posibilidad de pactar con éstas: si las derechas españolas fueran capaces de obtener apoyo en el nacionalismo vasco o catalán para la investidura, el daño para ellas no sería tan grave (así fue con el primer Gobierno de Aznar). Pero si las izquierdas, como de hecho ha sucedido, consiguen aglutinar con los nacionalistas un frente de exclusión permanente de las derechas españolas, la situación se vuelve casi insoportable para éstas: solo podrán gobernar obteniendo unos resultados espectaculares en la España mutilada; es decir, en caso de debacle espectacular de las izquierdas (casos de Almunia y del segundo Zapatero en el pasado).

Romper la voluntad de exclusión del nuevo bloque izquierda+nacionalismos no parece algo al alcance de las derechas. Para ello sería necesario revisar algunas de las actitudes ante la cuestión territorial que son constitutivas del ser de derechas en España, lo que sería contra natura. O bien entrar en una dinámica de concesión de ventajas y privilegios a los territorios afectados en competencia con las izquierdas, una puja al alza por los apoyos en que no hay ninguna garantía de vencer a las izquierdas, que gozan de mayor permisividad de su electorado español en ese campo.

La única vía al alcance de las derechas, entonces, es la de esperar que las izquierdas desgobiernen tanto que llegue a producirse un desfondamiento electoral tan total que haga posible la mayoría absoluta (el segundo Zapatero). Esperanza que, lamentablemente, propicia una forma de hacer oposición típicamente agónica y catastrofista, como la que ha practicado con perseverancia esa misma derecha estos años.