Antonio Casado-El Confidencial
- Insultar la inteligencia de los votantes tiene un precio. La cruzada antifascista ha sido un fiasco para el PSOE. Y va a resultar contraproducente para Iglesias y otros demócratas de toda la vida
Las encuestas posteriores al ‘reality’ de Gran Vía 32 anuncian un estado de alarma político en el PSOE tras el recuento del 4 de mayo. Con el candidato mejor valorado entre los escoltados aspirantes a la presidencia de la CAM, Ángel Gabilondo, es el único partido que retrocede después de alistarse en la cruzada antifascista de Iglesias. El caso de la navaja ensangrentada reconfirma el fallido intento movilizador de la izquierda encogida frente a la irresistible ascensión de Ayuso (PP).
Con la fuerza incontenible de un tsunami mediático, el lunes pasado arrasaba la noticia de que la ministra Reyes Maroto había recibido por correo una navaja con manchas de sangre. La tele, la radio, los digitales y las redes estallaron durante unas horas contra los sembradores del odio. La propia ministra, amenazada junto al presidente turco, lo dejó muy claro en su rápida declaración de principios: “Hoy, todos los demócratas estamos amenazados de muerte si no frenamos a Vox en las urnas”.
El caso de la navaja ensangrentada reconfirma el fallido intento movilizador de la izquierda frente a la irresistible ascensión de Ayuso (PP)
No me consta ninguna disculpa de la ministra a Vox (“partido de Estado”, según reciente definición del presidente Sánchez) tras la inmediata localización del vecino de El Escorial que perpetró la amenaza postal. Un ciudadano que no está en sus cabales, según informe psiquiátrico sobre el sujeto en cuestión. Pero el venenoso mensaje entró en campaña: si Vox llega al poder (de momento, Madrid), todos los que no votamos ni votaremos jamás a Vox estamos en peligro de muerte.
El recadito es intelectual, política y humanamente deshonesto. Impropio de quienes un día creímos de verdad en la superioridad moral de la izquierda, aunque me interesa señalar sus efectos contraproducentes en una democracia consolidada y con altísimos niveles de civilidad. Un bumerán para sus autores intelectuales.
Meter la Guardia Civil en una pugna partidista, por ejemplo, no puede traer nada bueno, porque compromete la imagen de un cuerpo de seguridad al servicio de todos los ciudadanos. Peor todavía si se apunta por elevación. Quienes tratan de imponer el obsoleto dilema entre antifascistas y anticomunistas se aferran a dilemas antiguos, como el mono que se aferra a la tiza, ejerciendo de tontos contemporáneos. ¿A quién demonios puede exaltar semejante dilema a estas alturas del siglo XXI?
Meter la Guardia Civil en una pugna partidista compromete la imagen de un cuerpo de seguridad al servicio de todos los ciudadanos
Insultar la inteligencia y el sentido común de los votantes tiene un precio. El sobrecalentamiento de la campaña contra los odiadores de Vox se ha vuelto en contra de Iglesias y otros demócratas de toda la vida. Es el harakiri de los necios que sobreactúan con paganos golpes de pecho ante los odiadores de la ultraderecha. A Iglesias, e inesperadamente al Gabilondo tutelado por Moncloa, solo le falta pedir a los dioses la conversión de Abascal a la democracia, por su bien, aunque tenga medio millón de votos más que el partido del exvicepresidente.
El anómalo macho alfa de la izquierda, temerariamente alentado por Sánchez, ha metido en un buen lío a Gabilondo, por forzarle a representar un papel que le sienta como a Cristo las dos pistolas del refrán. No a Mónica García (MM) que, a pesar de secundar los salmos de su antiguo correligionario, se consolida como una candidata de la izquierda forjada en los pasillos de un hospital y no en las moquetas del poder televisado.
Los necios que, al parecer, piensan seguir calentado la campaña en la semana que queda hasta el recuento de los votos han sufrido un ataque de contrariedad con la rápida localización del navajero de El Escorial. Una ocasión perdida de vincular las amenazas de un esquizofrénico con el odio eterno de los fascistas.