Un siglo después y en un país que ha roto todos los consensos de la transición, ¿cómo vamos a encontrar un himno que podamos cantar todos? Mi modesta proposición: ‘All you need is love’, que empieza con unos compases de la ‘Marsellesa’; el resto, ya que no hemos alcanzado la paz, nos garantiza el amor. Cuarenta años después, vuelve con fuerza el ‘flower power’.
En una de las escenas más emotivas de ‘Casablanca’, una cuadrilla de oficiales nazis cantan ‘Die Wacht am Rhein’ dirigidos por el mayor Strasser (Conrad Veidt). Victor Laszlo, (Paul Henreid), se dirige a la orquesta y pide a los músicos ‘La Marsellesa’. El himno francés, cantado a pleno pulmón por la parroquia, acalla las voces de los alemanes y provoca un estallido de emoción que se desborda en lágrimas, aplausos y gritos de «Vive la France!». Hoy, 65 años después de su rodaje, la secuencia mantiene un admirable vigor y una extraordinaria capacidad de emocionar al espectador, a quien obliga a identificarse con la libertad y la rebeldía frente al nazismo.
Esta semana, el Comité Olímpico Español retiraba la idea de poner letra a la Marcha Real, un texto que permitiese a los deportistas cantar el himno nacional al comienzo de los partidos internacionales y a la hora de las medallas. No ha podido ser. El himno español es deplorable, musicalmente hablando y eso no hay quien lo arregle, salvo cambiándolo por otro.
Pero, ¿cómo hacerlo? Un himno es la expresión de la tradición y, salvo en el caso de los nacionalismos, nadie es capaz de fraguar en cinco años una tradición que resulte varias veces centenaria. La letra desestimada era una colección de tópicos, de acuerdo. Pero, ¿cómo podría no serlo, si se le ha llegado a reprochar (Montserrat Comas) el machismo de la letra, seguramente porque dice ‘cantemos todos juntos con la misma voz’ y ‘gloria a los hijos’, en lugar de ‘cantemos todos juntos y todas juntas ‘ y ‘gloria a los hijos y a las hijas’. Decididamente, como dijo Santiago Amón, «en este país no nos cabe un tonto más. El próximo se cae al agua».
No podría ser de ninguna de las maneras. ¿Qué himno español podría satisfacer a un nacionalista vasco, catalán o gallego? Rescatemos la letra del ‘Himno de Riego’: ‘De nuestros acentos/ el orbe se admire/ y en nosotros mire/ los hijos del Cid./ Soldados la patria/ nos llama a la lid,/ juremos por ella/ vencer o morir’. Traten de imaginarse cantándolo, no a Josep Lluis Carod-Rovira o Artur Mas, sino a José Montilla y Carme Chacón; no a Egibar o Ibarretxe, sino a Jesús Eguiguren. Hoy, la letra del himno republicano la suscribiría el PP, pero no el PSOE.
Todo himno tiene una cierta dosis de salvajismo matizado por el uso, sin el cual no hay épica ni emoción. La emocionante ‘Marsellesa’ dice en su estribillo: ‘A las armas, ciudadanos, formad los batallones,/ marchemos, marchemos,/ que una sangre impura/ empape nuestros surcos’.
La épica catalana está en el gesto del señor Pilós, don Guifré, al tintar los dedos en su propia sangre y pasarlos por un escudo para inventarse la senyera. ‘Buen golpe de hoz’, jalea una y otra vez ‘Els Segadors’ y no se refiere precisamente a las espigas. El himno de la Legión tampoco se anda con melindres: ‘Soy un hombre a quien la suerte/ hirió con zarpa de fiera./ Soy un novio de la muerte/ que va a unirse en lazo fuerte/ con tan leal compañera’.
Bono se puso ‘remiendavirgos’ y sustituyó en el himno de la Armada ‘debajo las voces de nuestros caídos/ y arriba el mandato de España y de Dios’ por ‘debajo las voces de nuestros caídos/ y por siempre la Armada que canta al valor’, que queda más laico pero insustancial, amén de romper la métrica y el sentido. La oposición ‘debajo/y arriba’ podía haber sido sustituida por ‘ahora/ y por siempre’. ‘Debajo/ y por siempre’ carece de sentido.
Una secuencia mágica de ‘Amarcord’ es la de los fascistas disparando contra el campanario, de donde salía una versión orquestal sencilla y magnífica de ‘La Internacional’. El mejor himno no tiene texto, al igual que el hombre feliz no tenía camisa. Hace ahora un siglo, el 1 de mayo de 1907, el gran Julio Camba publicó en ‘España Nueva’ un artículo en el que daba cuenta de una propuesta que Pío Baroja había hecho a su tertulia del café Oriental.
Había que escribir una letra española para ‘La Internacional’. Se quejaba Camba de que las masas obreras apenas tenían cantos épicos: «Aquél que les dé una canción, aquél que logre cristalizar sus sentimientos en una estrofa, las unirá mucho más que si les diera un programa».
Un siglo después y en un país que ha roto todos los consensos de la transición, ¿cómo vamos a encontrar un himno que podamos cantar todos? ¿Cómo armonizar la épica necesaria con la lírica ‘give peace a chance’ que alimentó el proceso de paz?
La respuesta es otra canción de los Beatles, he aquí mi modesta proposición: ‘All you need is love’ (‘Todo lo que necesitas es amor’), empieza con unos compases de la ‘Marsellesa’ para centrarse enseguida en el tema: ‘love, love, love ‘. Éste es el himno nacional que mejor cuadraría al país anfitrión de la Alianza de Civilizaciones. La épica de ‘La Marsellesa’ pone la emoción guerrera necesaria, y sirve para estrechar, más si cabe, nuestros tradicionales lazos de amistad con Sarkozy y Carla Bruni. El resto del himno, ya que no hemos alcanzado la paz, nos garantiza el amor. Cuarenta años después, vuelve con fuerza el ‘flower power’.
Santiago González, EL CORREO, 21/1/2008