JOHN MÜLLER, EL MUNDO 02/04/13
· El eje de la política de Mariano Rajoy hacia Cataluña no pasa por la vicepresidenta o por el ministro del Interior, que es catalán, sino por el titular de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro. Si es una decisión premeditada o no y por qué, eso sólo lo puede explicar Rajoy, pero que ha sido consistente a lo largo de su Gobierno no se puede negar.
En las manos de Montoro se ha depositado un abanico de posibilidades para relacionarse con Cataluña. Antes de la Diada de 2012, cuando nadie imaginaba lo que iba a suceder, el ministro se dedicó a refutar la tesis del expolio fiscal a Cataluña (defendida en un famoso vídeo por el mismísimo consellerAndreu Mas-Colell) y obligó a cumplir el objetivo de déficit con la Ley de Estabilidad Presupuestaria. Pero también manejó la zanahoria del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) para darle oxígeno a las cuentas catalanas.
Ahora, cuando la aventura soberanista de Artur Mas parece estar pasando tácticamente a un segundo plano, uno de sus guiños más significativos ha sido conceder la posibilidad de que se fijen objetivos de déficit a la carta como ha pedido la Generalitat.
En la cartera de Montoro también hay otras cosas que constituyen intereses estratégicos del Govern, por ejemplo, la Agencia Tributaria, sus inspecciones e impuestos. Además, durante los últimos ocho meses el ministro ha estado implicado personalmente en la negociación de la venta de la participación estatal en Hispasat a la empresa Abertis. La operación tiene una lógica económica indiscutible. Abertis siempre ha columbrado hacerse con el control de esta compañía, sobre todo después de que Telefónica desinvirtiera a comienzos de 2012. El problema es que la excursión soberanista de Mas se inició en septiembre, justo en el preciso momento en que la empresa de la órbita de La Caixa iniciaba sus contactos con la Sepi. Para más inri, la compañía está presidida por Salvador Alemany, un conspicuo colaborador de Mas.
Montoro ha cumplido lo ordenado por el presidente del Gobierno obedientemente. Desde que puso en marcha la Ley de Estabilidad Presupuestaria, en el Govern le han tildado sistemáticamente de «recentralizador», una etiqueta equivocada porque él dice a todos que cree profundamente en el Estado de las autonomías. Varias veces ha dicho en el Congreso que piensa que este diseño institucional ha garantizado paz y prosperidad a España como nunca en su historia. Eso mismo se le ha podido oír al presidente del Gobierno.
El día de Nochebuena que taparon el retrato del Rey con un trapo negro y a Montoro le correspondió acudir representando al presidente del Gobierno a la toma de posesión del capitidisminuido Mas, algunos soberanistas le habían preparado un escrache público a la entrada y a la salida del acto. Y Montoro aguantó lo que le echaron. En cada reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera no han faltado reproches o gestos de desdén para el ministro. En todos, excepto en el último, donde las comunidades más endeudadas salieron haciendo cuentas fáciles.
Durante el primer año de gobierno, Hacienda ha calibrado la fuerza de la Ley de Estabilidad Presupuestaria. Para quienes ven la Administración desde fuera parece una bobada, pero que las comunidades autónomas pasen a liquidar sus cuentas en tan sólo un mes ha sido una auténtica revolución. No hace ni dos años el Banco de España se quejaba amargamente de que las comunidades las publicaban trimestralmente a duras penas. La cantidad de información que ahora tiene Hacienda sobre las cuentas del Estado, de las comunidades autónomas y de las entidades locales es abrumadora. Y más información supone decisiones mejor fundadas.
¿Y por qué Montoro ha sido el ministro para Cataluña? La versión oficial dice que siempre ha sido el titular de Administraciones Públicas el que acude a las tomas de posesión de los gobernantes autonómicos y que dado que los problemas de Cataluña, como las de otras comunidades, son de origen financiero, es a él a quien le corresponde afrontarlos. Por otro lado, para quienes espigan las claves políticas, Montoro es el ministro del dinero y que él sea el principal interlocutor con los dirigentes catalanes es una poderosa señal de que Rajoy circunscribe la relación bilateral al ámbito crematístico. Todo sería, en definitiva, una cuestión de pasta, no un problema de identidad nacional.
Esta vieja tesis sobre que las aspiraciones de Cataluña se colman con un generoso modelo de financiación se ha venido cumpliendo durante casi 35 años. Artur Mas quiso interpretarlas de otra manera en septiembre de 2012 y durante meses, muchos catalanes aseveraban que no, que esta vez las cosas eran diferentes. Mas se dejó 12 diputados por mor de su tesis. Rajoy ha preferido la interpretación tradicional y aún no ha tenido que pagar un precio. ¿O sí?.
JOHN MÜLLER, EL MUNDO 02/04/13