Una característica de los tiempos modernos que me asombra es la cantidad de gente de aparente buen juicio que considera a Pedro Sánchez un tipo audaz, emprendedor y listo. Por sus obras los conoceréis y para asomarse a ellas bastaba echar un vistazo ayer al compendio que ofrecía la portada de ABC. Sobre la foto del ministro Bolaños y el líder de ERC podían leerse las reivindicaciones de la Esquerra satisfechas por el Gobierno, que son todas: habrá amnistía, referéndum, aceptación de la nación catalana, un relator internacional para garantizar los acuerdos, la asunción de la deuda catalana, inversiones en Cataluña y el traspaso ferroviario de Cercanías. La suma de todas ellas configura una nación con hechuras de Estado.
Los sanchistas más risueños ya consideraban hecha la investidura de su líder, pero eso revela lo poco que conocen a sus socios potenciales. Las concesiones a Esquerra constituyen un obstáculo notable para que Junts apoye la Presidencia de Sánchez. Ninguna concesión hará que aprecien tanto al candidato como se odian entre sí por competencia. Pedro Sánchez quiere ser presidente le cueste lo que nos cueste y con las cesiones antedichas ya se ha comprado los siete votos de Esquerra en el Congreso. La cuestión es que a ver con qué puede comprar ahora los siete escaños de Puigdemont si ya se lo ha gastado todo en los de Junqueras.
Prueba evidente del desconocimiento que tiene Sánchez sobre los nacionalistas es la propuesta del relator en la persona de Miquel Roca Junyent que a Puigdemont le ha costado un par de minutos rechazar. Roca es un nacionalista templado que protagonizó en tiempos una alternativa a la presidencia del Gobierno español. ‘Operación Roca’ se llamó el invento y dio pie al único rasgo de ingenio que recuerdo en el socialista Raimon Obiols: “Ah, ¿pero es que lo han operado?” Roca no consiguió ni un escaño y levantó críticas implacables del maestro Umbral por sus tropiezos con la sintaxis. Pero el problema que Sánchez no comprende es que el primer requisito del relator para los independentistas es su extranjería. Todos los nacionalistas sueñan con un enfrentamiento de su razón de ser con el Estado con la tierra de nadie patrullada por cascos azules de la ONU. Es natural que para esa tarea no les valga uno de los suyos.
Hermosa paradoja golpista; cuanto más ceda el candidato Sánchez más se aleja el pacto. En ‘Una noche en la Ópera’ hay una gran secuencia en el camarote de los hermanos Marx. El camarero toma nota de la cena para todos los habitantes. Groucho va haciendo la comanda: dos huevos fritos, dos revueltos, dos pasados por agua, dos en tortilla, cuando Chico corrige desde dentro: “Y también dos huevos duros”.
Se oye un bocinazo de Harpo y Groucho traduce: “En lugar de dos pon tres”. Otro bocinazo y una nueva corrección: “Uno de ellos de oca”. En esas estamos. A Carles Puigdemont, confortablemente instalado en Waterloo, aún no le ha llegado el momento de pedir el huevo de oca por muchas veces que viaje a Waterloo el pobre Santos Cerdán. ¿Y Sánchez? Pedro Sánchez es solo el camarero que toma nota.