La guerra de Gaza entre Israel y la organización terrorista Hamás está dando paso gradualmente a un enfrentamiento directo entre la única democracia digna de tal nombre en Oriente Próximo y Medio y la República Islámica de Irán. Los ayatolás iranís actúan en la región mediante sus filiales, a las que financian, entrenan, asesoran y dirigen, Hamás, Hezbolá en el Líbano y las milicias chiitas bajo su control en Irak, Siria y Yemen. El mantenimiento de estas estructuras bélicas le cuesta a Teherán miles de millones de dólares cada año, recursos que hurtan a su población, agobiada por la inflación, los bajos salarios, el desempleo y la represión cruel y continua frente a cualquier forma de disidencia, por pacífica y justificada que sea.
Hasta hoy la teocracia iraní había evitado el choque explícito con su odiado enemigo al que denominan “la entidad sionista”, pero la marcha imparable de los acontecimientos está volviendo ineficaz su técnica de paciencia estratégica para dar paso a acciones desde su territorio contra territorio israelí. Como es natural, estos ataques con misiles y drones están teniendo respuesta de Israel de manera proporcional y de momento limitada. A los clérigos iranís una conflagración total de destrucción mutua con Israel les amedrenta dada la clara superioridad militar y tecnológica de su adversario y la duda de que sus aliados, Rusia sin disimulo y China más cautamente, se embarcasen en una tercera contienda mundial para sostener un régimen fanático, corrupto y bárbaro. En cuanto al mundo musulmán sunita, sobre todo las monarquías absolutas árabes del Golfo, jamás asumirían el riesgo de alinearse con la potencia chiita que les disputa la hegemonía en la zona y a la que perciben por razones tanto religiosas como políticas como una fuerza hostil. Véase como prueba que la aviación jordana ha colaborado sin reservas en neutralizar la oleada de proyectiles lanzada desde Irán hacia Israel el trece de abril.
La insistencia de Pedro Sánchez en reconocer de inmediato al Estado palestino en las circunstancias que atravesamos y en contra de la posición del resto de socios europeos y de los Estados Unidos es uno más de sus disparates
De hecho, el presente caos sangriento en Gaza tiene su origen en la incursión asesina de Hamás en el sur de Israel el siete de octubre del año pasado, durante la cual cometió toda clase de repugnantes atrocidades con la evidente intención de provocar una airada reacción del país agredido. Esta operación, que Hamás sabía perfectamente que causaría una terrible destrucción de la Franja, el indecible sufrimiento de su población civil y un número abrumador de víctimas mortales palestinas, ha sido auspiciada, preparada y planificada por el régimen iraní, que se sentía amenazado por los progresos de Israel en su normalización de relaciones con el mundo musulmán, notablemente mediante los acuerdos de Abraham con Sudán, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. La inminencia de una entente similar con Arabia Saudí desató el pánico del Líder Supremo Ali Jamenei y sus secuaces y de ahí la puñalada alevosa y por la espalda asestada hace seis meses a Israel. El desaprensivo sometimiento de la vida y la salud de dos millones de palestinos, hombres, mujeres y niños inocentes, a los intereses de la elite fundamentalista iraní en el poder, demuestra la naturaleza perversa y criminal tanto del gobierno de los mulás como de sus empleados de Hamás. La campaña antisemita de la extrema izquierda europea y sus acusaciones de genocidio son una muestra de parcialidad injusta y sectaria porque estas críticas ignoran las causas profundas de la actual crisis y cargan toda la culpa en un lado con absoluto desprecio de la realidad. La insistencia de Pedro Sánchez en reconocer de inmediato al Estado palestino en las circunstancias que atravesamos y en contra de la posición del resto de socios europeos y de los Estados Unidos es uno más de sus disparates que nos costará muy caro.
Si queremos ser de verdad efectivos en conseguir la finalización de la guerra de Gaza lo que tienen que hacer las instituciones comunitarias es debilitar al régimen iraní y no se entiende que esperan Ursula von der Leyen, Charles Michel y Josep Borrell en proponer al Consejo la adopción de la medida que se tomó en Estados Unidos en 2019 y designar a la Guardia Revolucionaria de Irán como organización terrorista global. Este ejército paralelo que obedece exclusivamente a la máxima autoridad religiosa y maneja además la mayor parte de la economía iraní, es la principal herramienta de la que dispone la dictadura clerical para sembrar la violencia, eliminar disidentes dentro y fuera de sus fronteras, desestabilizar a sus vecinos y oprimir a sus ciudadanos, con particular saña a las mujeres que en Irán padecen una de las peores misoginias del planeta.
Cuando cuatro décadas de pusilánime apaciguamiento e inútil diálogo únicamente han desembocado en la intensificación de la malignidad y la toxicidad de la tiranía de los ayatolás iranís, ya es hora de que la Unión Europea se rinda a la evidencia, deje de alimentar y acariciar a la serpiente y le corte sin remilgos la cabeza.